El espíritu de la
Navidad lo inunda todo. Es tiempo de buenos deseos, de reencuentros y de
celebraciones, de momentos en que parece que incluso es posible olvidar por un
instante lo que sucede alrededor. Pero sólo es algo fugaz, porque es difícil no
tener en mente a los miles de personas para las que la Navidad no es más que
otro día cualquiera, otro día de penurias y de desesperanza ante un futuro que
se adivina incierto. Y ya sé que me estoy saliendo de la línea que predomina en
estos días, con un pensamiento no muy positivo. Pero no se puede eludir la
realidad, ni siquiera cuando todo alrededor invita a celebrar.
PV también es un reflejo de esto.
PV también es un reflejo de esto.
Como en la vida
real, en casi cada casa, en casi cada familia, hay una silla vacía, unos
recuerdos que pesan o una situación que no invita a grandes alharacas. Y cuando
no es así de manera visible, algo sobrevuela en el ambiente que deja patente
que la felicidad es sólo patrimonio de unos pocos, y que aunque por unos
instantes se puedan sentir estos momentos de gozo, hay un día después en que
todo vuelve a ser igual, en que nada ha cambiado.
Creo que todo esto
lo refleja en cierta manera el personaje de Severo, que tengo que decir que ha
ganado puntos en mi apreciación, aun sin saber por dónde va a moverse. Y no lo
digo por el hecho de adivinarse que va a poner a la doña contra las cuerdas,
sino por un gesto que quizás no haya tenido mucha repercusión, pero que da la
medida de que, a pesar de su capacidad económica y social, es capaz de
solidarizarse con sus semejantes: ha dado orden de dar comida a los necesitados.
Además creo que no lo ha hecho para hacer caridad, sino simplemente porque cree
en ello, aunque también puede que influya el hecho de haber conocido en primera
persona esta situación de necesidad.
La otra cara de la
moneda es Francisca. Generosidad es una palabra que no existe en su diccionario,
como tampoco piedad o remordimientos. Porque ya no se trata sólo de que ignore
completamente a sus semejantes, excepto para sacar de ellos el máximo provecho
con el mínimo esfuerzo, sino del hecho de comprobar como es capaz de estar
sentada cumpliendo con los convencionalismos, mientras a pocos metros de
distancia tiene encerrada en una lóbrega mazmorra a una mujer sola y desamparada, o como puede mirar sin sentir
vergüenza a la chica que tiene a su lado a su mesa, y a la que ha hecho infeliz
de manera premeditada y sólo por puro egoísmo. Aunque mirándolo bien, se podría
hablar de una situación en La Casona en la que nada es lo que aparenta porque,
exceptuando Bosco, todos tienen algo que ocultar, o saben algo que uno o varios
de los demás ignoran. Incluida Fe.
Por cierto, honroso
(y divertido) el esfuerzo que ha hecho ésta para aligerar el ambiente. Sus
salidas de tiesto son realmente un toque de frescura en este ambiente lóbrego, aunque
sigue sorprendiendo que la doña sea
capaz de asumirlo sin problemas. Estoy segura (y ahora yéndome a la realidad)
que cuando ruedan estas escenas tienen verdaderos problemas para aguantar la
risa ya que, además de los diálogos, Marta aporta un gracejo particular que
estoy convencida otras no conseguirían con tanta facilidad (¿he de decir que me
encantan tanto el personaje como la actriz?)
Pero como la
intención primera de este comentario era hablar de la Navidad de PV, hay otras
escenas a las que hay que hacer mención. Ante todo decir que no es mi intención
ser ceniza, pero no creo que haya que esperar a estos días para que sucedan
cosas maravillosas. Todo el año habría de ser tiempo de celebración y de
esperanza, aunque sea una utopía.
En mi opinión no
existen los milagros de Navidad, sólo quizás el ambiente sea algo diferente. Y evidentemente
que Aurora sonría quizás pueda ser un pequeño paso pero no definitivo,
simplemente achacable a que la tregua de estos días y el espíritu elevado que
se respira, pueden obrar maravillas.
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