Dicen que la fuerza
del amor puede mover montañas y también que éste nunca muere, especialmente si
se trata de un sentimiento tan intenso como el que une a Martín y María. Y es
este sentimiento, además de lo que le dictan sus instintos, lo que impulsa a María
a buscar más allá de las evidencias que le han presentado y que ahora sabe que
no son más que burdas mentiras.
Aunque para conseguir
su propósito y que salga a la luz la verdad, antes sea necesario meterse en la
misma guarida del lobo.
Realmente hay que
tener mucha sangre fría y mucha fuerza de voluntad para mantenerse firme y no
saltar al cuello de los indeseables que le han procurado la infelicidad a ella
y a su familia. Sin contar el esfuerzo titánico de disimular sus verdaderos sentimientos,
sin dejar asomar ningún indicio de lo que le corroe por dentro.
Porque María, en el
fondo de su corazón, ahora alberga la certeza de que Martin sigue vivo y que la
respuesta está en La Casona. Y por ello está dispuesta a todo para conseguir
encontrarla.
Evidentemente debe
haber opiniones para todos los gustos sobre si lo que tenía que haber hecho es explicar
a alguien su hallazgo, en especial a las autoridades, o por el contrario lo más
prudente es tratar de investigar por su cuenta lo que hay detrás del ataúd
vacío de Martín. Teniendo en cuenta que ha profanado una tumba, lo primero es
impensable. Lo segundo, aunque arriesgado tanto para ella como para Martín, es
más factible de conseguir si sabe jugar sus cartas con astucia, sabiendo además
donde ha de buscar. Porque ahora ya sabe que Leonardo ha creado una sarta de
patrañas, y creo que no tiene dudas de la implicación de Francisca. Sólo falta
adquirir la certeza, aunque para ello tenga que tragar bilis.
Sin embargo su
decisión, mirada desde el otro lado, se entiende que sea de lo más inexplicable
para quienes desconocen los verdaderos motivos que la han impulsado a ello. Que
es todo el mundo.
Por cierto.
Pienso que han resuelto
muy bien la escena con Emilia, que realmente se comporta como una madre con todas las
letras. Su hija le pide que confíe ciegamente y ella no hace preguntas, lo que
engrandece aún más a este personaje que con el tiempo ha ido ganando en
personalidad, casi al mismo tiempo que se alejaba de Francisca y además aprendía
a plantarle cara. Al igual que Alfonso.
La cruz, como es
habitual, la ha vuelto a poner Francisca. Quizás se pretendía que fuera una escena plácida,
pero me ha producido una sensación más bien vomitiva ver su cara de felicidad al
tener a Bosco y María a su lado. Pero aún peor ha sido ver el orgullo reflejado
en su rostro cuando los llamaba sus nietos (aunque Bosco lo sea en realidad), cuando a los que lo son de verdad se los ha sacado de delante. Porque aunque no
quiera y apele a la biología, lo que no puede negar es que Martín es hijo legal
de Tristán, además de amado por éste como si fuera de su sangre. Por lo tanto, y aunque no quiera admitirlo, Martín también es su nieto.
Estoy de acuerdo contigo
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