31 de diciembre de 2014

La soledad de los malvados

Como dijo John Donne “Ningún hombre es una isla, entera en sí. Cada hombre es pieza de un continente, parte del total”.
Por ello se puede decir que nadie está del todo solo, aunque viva en soledad.
Recuerdo cuando hace años estuve en Siria, desgraciadamente un país que sale mucho en las noticias pero no precisamente por nada bueno, que me contaron la historia de un asceta que vivó 37 años en una plataforma de una columna, a 17 metros de alto. Evidentemente esta es una opción muy drástica para vivir alejado del resto del mundo. Pero era su opción.
Cierto que también existen las circunstancias que pueden forzar a ello (como le sucede a Inés), el comportamiento y la mala relación con los demás que puede llevar al ostracismo (como a Mauricio, aunque ello parece que se está corrigiendo) o, como el anterior ejemplo, que es quien decide estar solo por propia voluntad.
Pero cuando llegan estas fiestas, en las que el mismo ambiente parece que lleva a buscar la paz, la armonía y el calor de los demás, es cuando creo que la soledad se debe hacer más dura de soportar.
Por ello mi mayor deseo es que nadie, nunca más, se sienta solo.
Bueno, quizás y aunque sea un mal deseo, no estaría mal que la doña supiese lo que es esta sensación.
No deja de sorprender que siempre haya algo más que añadir a su lista. Su camino parece enlosado de muertes y destrucción, de insensibilidad y desprecio a los semejantes, de hipocresía y tiranía, de manipulación,……pero ahora, por primera vez, parece que se vuelven las tornas y siente insegura, que cree realmente que Severo es capaz de cumplir su amenaza, o al menos hacer todo lo posible para que no tenga paz.
Por fin la justicia puede llegar a ella, y no precisamente para estar de su lado. 

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