Como dijo John
Donne “Ningún hombre es una isla, entera en sí. Cada hombre es pieza de un
continente, parte del total”.
Por ello se puede
decir que nadie está del todo solo, aunque viva en soledad.
Recuerdo cuando hace
años estuve en Siria, desgraciadamente un país que sale mucho en las noticias pero
no precisamente por nada bueno, que me contaron la historia de un asceta que
vivó 37 años en una plataforma de una columna, a 17 metros de alto. Evidentemente
esta es una opción muy drástica para vivir alejado del resto del mundo. Pero
era su opción.
Cierto que también existen
las circunstancias que pueden forzar a ello (como le sucede a Inés), el
comportamiento y la mala relación con los demás que puede llevar al ostracismo
(como a Mauricio, aunque ello parece que se está corrigiendo) o, como el
anterior ejemplo, que es quien decide estar solo por propia voluntad.
Pero cuando llegan
estas fiestas, en las que el mismo ambiente parece que lleva a buscar la paz, la armonía y el calor de los demás, es cuando creo que la soledad se debe hacer más dura de soportar.
Por ello mi mayor
deseo es que nadie, nunca más, se sienta solo.
Bueno, quizás y
aunque sea un mal deseo, no estaría mal que la doña supiese lo que es esta
sensación.
No deja de
sorprender que siempre haya algo más que añadir a su lista. Su camino parece
enlosado de muertes y destrucción, de insensibilidad y desprecio a los
semejantes, de hipocresía y tiranía, de manipulación,……pero ahora, por primera
vez, parece que se vuelven las tornas y siente insegura, que cree realmente que
Severo es capaz de cumplir su amenaza, o al menos hacer todo lo posible para
que no tenga paz.
Por fin la justicia
puede llegar a ella, y no precisamente para estar de su lado.
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