Me había propuesto
reprimirme con el tema de la doña y directamente pasar de ella y de todo lo que
le concierne, pero no puedo evitar volver sobre ello ya que este personaje ha
pasado de aburrirme a directamente fastidiarme en grado superlativo. De hecho ha
llegado a tal punto que, aunque parezca una incongruencia y sin querer
justificar de ninguna manera a Amalia, incluso me he posicionado al lado de
ésta cuando la doña la ha increpado con una soberbia rayana en el desprecio más
absoluto a la persona. Por supuesto no es nada que Amalia no se haya ganado con
creces, pero en este momento he sentido que todo lo que ésta le ha dicho es lo
que Francisca se merecía. Aunque, como siempre, la doña haya dicho la última
palabra.
De todas
maneras esta actitud en ella tampoco es nada nuevo. Pero ahora da la impresión
de que los aires de superioridad se le han exacerbado, que está dispuesta a
restregar su supuesta victoria ante todo el mundo. Aunque de manera especial
ante los que lucharon por evitar que Raimundo cometiera un error.
Con lo que
queda patente, más que nunca, una cosa. Raimundo no es más que otro trofeo que
añadir a su colección. Que los supuestos sentimientos que dice sentir por él,
no son más que los mismos que podría albergar un niño con un juguete nuevo y deseado,
el que ha conseguido después de ímprobos intentos y manipulaciones varias. Y
que ahora puede exhibir como lo que he dicho anteriormente, un trofeo.
Por si no
fuera poco, parece que tener a Raimundo a su lado también le haya dado un chute
de adrenalina, y que aunque dé la impresión que ello ha provocado que haya dulcificado
su carácter, no creo equivocarme al decir que esto es solo de cara a la galería
o de puertas adentro. Porque no hemos tardado en ver que sigue dando versiones
opuestas (o arregladas a su conveniencia) de sus enfrentamientos con la gente,
que sigue conspirando para hacer el mal, que compra voluntades y de paso
intenta acallar su conciencia a base de sobornos (eso sí, camuflados de
donativos) a las fuerzas vivas del pueblo,…..que sigue manteniendo con mano
férrea el control de casi todo lo que se mueve a su alrededor.
Y ya sería
hora de que esto fuera cambiando y que el pueblo tomara las riendas.
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