1922. Eran tiempos convulsos en España. Desde la crisis de
1917 existía una conflictividad social creciente, y el descrédito de los
políticos era cada vez mayor.
(Bueno, quizás esto sea un bucle, porque parece que estoy
hablando de la actualidad y no de hace noventa y tres años!!)
Pero decía que existía un gran descontento entre las clases populares
ante la inactividad de los gobernantes, al mismo tiempo que crecía el poder de
la corona, la iglesia y el ejército, que
se convirtió en la única entidad dispuesta a frenar las ansias revolucionarias
del proletariado. Ya vimos un ejemplo de ello con la condena a Raimundo, por un
artículo criticando a la clase política y sus manejos (Por cierto, ¿dónde queda
ahora este hombre?…. en fin, voy a obviar cualquier comentario….)
Evidentemente esta conflictividad era más acentuada en las
grandes urbes, donde vivía la mayor parte de la población y los obreros estaban
más organizados. En los pueblos, especialmente en el ámbito rural donde el
cacique local aún se movía a sus anchas, la gente estaba más sometida y la
opinión de la masa manipulada y controlada. Pero también hasta allí llegaban
los ecos de lo que sucedía y no todo el mundo se quedaba viéndolas pasar. Solo
el miedo a las represalias directas podía frenar cualquier conato de protesta.
No, no es mi intención hacer un sesudo trabajo sobre historia, sino
intentar poner este escrito en el contexto en el que se desarrollan los hechos.
Porque si algo existe en la serie es que refleja bastante fielmente estos
momentos y los hace visibles en las tramas.
Francisca durante años ha hecho y deshecho a su antojo,
tiranizando y abusando de su poderío económico y su posición cercana a las
élites, y utilizando todo ello para oprimir al pueblo (“su pueblo”
según sus propias palabras). Pero incluso a un núcleo de población perdido en
la España profunda llegan los ecos de los nuevos tiempos, y es inevitable que la
posición de poder omnímodo se vaya debilitando ante el empuje de nuevas ideas y una mayor
conciencia social. Las comunicaciones acercan a los pueblos y las noticias
llegan con regularidad, lo que permite a la gente estar más informada de lo que
acontece más allá de lo que hasta ahora les
era posible.
Y con ello también lo es que se cobre conciencia que existe la posibilidad de cambiar las cosas, de buscar la
justicia social, de empezar a pensar en plural y dejar de hacerlo en singular.
Añadido al hecho de que con Severo y Carmelo han llegado aires nuevos al pueblo,
ya que también han puesto de manifiesto otra forma de entender la reciprocidad
amo y patrón. Pero parece que ahora mismo nadie está muy dispuesto
a dar el paso al frente, a pesar de que todos son muy conscientes de que la
dictadura de la doña coarta la existencia. Y no tendría que ser así, pues ésta no
forma parte de ninguno de los estamentos públicos.
Y ahora es
cuando hay que romper una lanza por Hipolito. Es evidente que es atolondrado,
mimado hasta decir basta por una madre que lo ata en corto, que sus iniciativas
no suelen tener mucho futuro, pero no se puede negar que tiene una buena
cultura y que, quizás por los años dedicado a la política, un cierto criterio. Es
cierto que también se deja arrastrar por la indolencia y el pasotismo, pero a
veces también es capaz de sorprender. Más ahora cuando ha encontrado quien le
apoya sinceramente. Porque puede que Gracia esté comprada para acercarse a él,
pero creo que ha demostrado que también tiene conciencia social, que está
dispuesta a luchar por los derechos de la gente. Sin miedo y sin dejarse
avasallar.
Esta situación además
deja ver dos cosas: que Hipólito no tiene prejuicios (o quizás mejor decir que
es capaz de vencerlos) y que el hecho de que Gracia sea mujer es algo que puede
ser un problema para algunos. Por ejemplo para Mauricio, que ha dejado ver su
vena más machista, pero que ha recibido a cambio una justa réplica por parte de
la interesada.
Admito que me está
gustando el papel de Gracia, defendiendo sin temor los derechos de los trabajadores.
En una época en la que las mujeres no contaban para casi nada, excepto para ser
esposa y madre, es interesante ver una actitud parecida. Como la de Pilar
Bravo, otra mujer excepcional. Por descontado no me olvido de las otras mujeres
de la serie (con alguna excepción) que hace cien años abrieron el camino para
dar a todas las generaciones futuras de féminas el papel que les corresponde.
Aunque aún quede
mucho camino por recorrer.
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