14 de abril de 2015

Pequeños pasos hacia la luz

Quería incidir en dos momentos del capítulo de ayer que me han llamado la atención. Aunque en realidad ha habido otro, el de Mariana y Nicolás, pero creo que esta pareja merece un comentario aparte.
Decía que:
Uno. Nadie, ni siquiera un caballo, se libra de la mala leche de Francisca.
Dos. Mauricio ha dicho en voz alta que cada vez más le cuesta obedecer las órdenes de su ama. Y es un comienzo, aunque el camino a recorrer para este hombre cuya lealtad ofusca su decisión, aún puede ser largo y tortuoso. Y a la postre, peligroso para su integridad física.
De todas maneras cada parece más evidente que la influencia de Fe está obrando un pequeño milagro. Y no sólo por el hecho de que Mauricio pueda albergar sentimientos hacia ella, sino porque le está dando otra visión de la lealtad. Para Fe la lealtad no es sumisión ciega, y la conciencia está por delante de todo. La chica le ha dado una lección al capataz de lo que es la integridad, de que no se pueden cerrar los ojos a una realidad que se agazapa tras los muros de La Casona: la doña es una bruja que no merece ni un segundo de los pensamientos de los demás. Y mucho menos que nadie se preocupe por ella.
Es cierto que Mauricio no ha conocido otro tipo de vida más allá de su trabajo para Francisca. Y que ha hecho de la máxima ver, oír y callar, además de obedecer, su forma de existencia, porque además le permite vivir sin grandes contratiempos y sin tener que pensar demasiado. Y creo quizás habría seguido así para siempre (eso sí con ocasionales momentos en los que su conciencia se ha rebelado), si ahora no existiera quien pone voz a lo que le grita su interior. Ello quizás unido al creciente ninguneo del que es objeto por parte de Francisca, a las humillaciones continuadas, que pueden acabar haciendo mella en una persona, y al fastidio por verse forzado a hacer cosas que van en contra de su voluntad y que considera una injusticia flagrante, hacen el resto.
Es evidente que la doña se está quedando sola, arriba y abajo. Aunque no es más que lo que se ha buscado con sus manejos. Puedes abusar de la gente, manipularla y someterla, pero no puedes tensar la cuerda, porque al final puede acabar rompiéndose. De hecho que la soledad sea su única compañía ni siquiera es justicia.
Una justicia que, por otra parte y de conocerse los hechos, probablemente recaería con con todo su peso sobre Mauricio, la mano ejecutora. No creo que sirviera lo de que ha actuado por mandado.

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