19 de mayo de 2015

Una tregua salomónica

Para la salud mental de tod@s, incluida la de los espectadores, ha sido bueno que se cerraran semanas de darle vueltas a lo mismo, y Emilia y Raimundo acercaran posiciones, dejando de lado sus querellas. Y además considero que han sabido encontrar la fórmula correcta, porque ninguno de los dos se ha visto forzado a renunciar a sus propias convicciones.
En días pasados ya expuse mi opinión de que no me gustaba el hecho de que indirectamente se diera la impresión que era Emilia la que no daba su brazo a torcer, a pesar de que es la que tiene más motivos para sentirse traicionada. Ahora lo han enmendado, porque ésta, sin ceder en sus sentimientos de rencor hacia la doña, ha sabido encontrar el punto medio con el que reunirse con su padre. No dejando que Francisca condicione su relación con Raimundo, pero manteniendo una postura inalterable en cuanto a su rechazo del hecho que éste conviva con la mujer que les ha hecho tanto daño a ella y a su familia.
No creo que nadie pueda censurarla porque en su corazón no haya lugar para el perdón a Francisca, por mucho que Raimundo parezca haber perdido la memoria. Considero que todas las personas tienen derecho a tener sus propias opiniones y sentimientos, y no ha lugar para que tengan que seguir el dictado de los demás solo por el hecho de que les una un lazo familiar. Emilia puede aceptar la decisión de Raimundo, dejar que éste siga el camino que ha elegido, sin intentar entrometerse ni convencerlo, pero no tiene por qué ceder también en lo que siente hacia la doña.  
Otro tema es Raimundo.
Aunque él piense que por primera vez está haciendo lo que desea, me vienen a la mente varias cosas.
La primera es que si bien al parecer piensa que ahora está siguiendo lo que le dicta su corazón, no creo que pueda afirmar que realmente se siente realizado cuando ello le ha llevado a alejarse de su familia y amigos. Por supuesto, a estas alturas de su vida no se le puede censurar que sea egoísta y desee agotar los últimos cartuchos para intentar ser feliz, pero ¿lo será realmente si una parte de su existencia queda relegada a segundo plano?
Otro tema es lo que implica la afirmación anterior. Es cierto que hacer lo que uno/a desea es una aspiración, aunque la mayoría de las personas no consiguen jamás este propósito. La vida con frecuencia suele llevar por derroteros no previstos y provocando que lo que se anhele tenga que posponerse o dejar en manos de un futuro incierto. Pero afirmando que es ahora cuando hace lo que realmente quiere, de alguna manera está dando carpetazo a su vida anterior, en la que, sin pretender tergiversar las cosas, parece que no cuentan los buenos momentos vividos por ejemplo, con sus hijos.
Y vuelvo a lo anterior. Quizás no era esta la vida que Raimundo había pensado, el futuro que había anhelado, pero la vida escoge por uno/a y hay que aceptarlo. Aunque por supuesto no pretendo decir que haya que resignarse, además cuando se presenta la oportunidad de cambiarlo.  
Pero hay otro tema de fondo y que englobaría los dos anteriores. ¿No será que está cansado de su vida y desea darle un cambio, agarrándose a algo feliz que sucedió en el pasado, pero que ya no puede reeditarse? Por mucho que se empeñe, ni él ni Francisca son los mismos, han sucedido muchas cosas en estos años, muchos desencuentros, y además hay muchas cosas entre ellos que silencian. Por cierto, casi tuve un sobresalto cuando Francisca sacó el tema de María y Esperanza, porque por un momento tuve la sensación que Raimundo iba a contarle la verdad. Cosa que tuvo la lucidez suficiente para no hacer. Otro cantar es Francisca, que sigue con sus manejos al margen de Raimundo, diciéndole una cosa y haciendo otra. Y lo peor es que éste lo sospecha, pero al parecer prefiere mirar hacia otro lado. 

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