Muy bien!!
Dejemos que Raimundo se haga solito la película y se quede en su universo
particular, en el que solo parece ver a través de los ojos de Francisca.
Evidentemente
nadie ha de decirle lo que debe o no hacer (ni siquiera su hija) porque ya es
lo suficientemente mayor para hacerse responsable de sus actos, y también lo es
para ponerse el mundo por montera y no dejar que le coarten sus deseos, ni su
libertad de decidir. Y también es cierto que puede pedir que le entiendan, aunque
lo que no puede esperar es que, solo por el hecho de ser quien es, los demás le
sigan la corriente y también decidan pasar página.
Por mucho que
se quiera a alguien y se desee su felicidad, hay un límite que no se puede
traspasar, y es el de los sentimientos de cada uno. El tiempo puede curar las
heridas, aliviar el dolor e incluso se pueden perdonar algunas cosas, pero es
difícil olvidar, más cuando el agravio es del calibre de los que ha infringido
Francisca.
Así que a l@s
que piden que se comprenda a Raimundo, les diría que en justicia también hagan
el mismo ejercicio con Emilia. No pienso que ésta sea obcecada, ni incapaz de dar
su brazo a torcer, y tampoco veo por qué ser ha de ser ella la que
ceda. Francisca le ha quitado a su madre, le ha alejado (quizás para siempre) de
su hija, yerno y nieta, y ha estado a punto de acabar con su sobrina. Y ahora
le ha quitado a su padre. Siendo esto sólo una parte, porque las tropelías de
las que han sido objeto ella y su familia por parte de la doña, abarcan mucho más.
Es suficiente
bagaje para varias vidas, así que entiendo muy bien su postura y además la
aplaudo.
Sin tener en
cuenta que tampoco ayuda mucho el hecho de que Francisca siga hurgando en la
herida, haciéndose la mártir y acercándosele a la mínima con la excusa de pedir
perdón, para dejarla después como la intransigente, cuando es claro que ya que
sabe de antemano la respuesta que va a obtener. Ya que por descontado no creo
que busque sinceramente congraciarse con Emilia, sino solo tener algo para
arrimar el ascua a su molino, porque después invariablemente ya se encarga de ir
a Raimundo con el cuento. Por supuesto con una versión arreglada a
conveniencia.
Y logrando
así que la brecha entre padre e hija vaya creciendo, consiguiendo que el hombre
cada día dependa más de ella y menos de su familia. Sí, es cierto que con
Raimundo es condescendiente y aparentemente intenta que éste acerque posiciones
con los suyos. Pero si bien es posible que consiga envolver en su tela de araña
a éste, no puede engañar a nadie más, porque además conoce bien a Emilia y sabe
que ésta no es fácil que ceda. Así que empujar a Raimundo para que vaya a la
fiesta de cumpleaños de su hija es evidente que es la última vuelta de tuerca. Y
D. Anselmo sólo ha sido una pieza del engranaje, que ha venido bien a los
propósitos.
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