No es algo generalizado, ni siquiera pasa de unos cuantos comentarios
en las redes y básicamente siempre del mismo sector de la audiencia, pero aún así
creo que debo romper una lanza por Candela y las otras mujeres, que han sido
contrapuestas en negativo a la figura de Francisca por el solo hecho de que
ella ha salido a buscar a Bosco y las demás han dejado que fueran las partidas
quien hicieran este trabajo. Por cierto, puntualizar algo que parece haberse
dejado de lado, con el evidente propósito de ensalzar aún más la acción de
Francisca. Sin negar que su intervención ha sido decisiva para salvar la vida
de Bosco y por ende la de Beltrán (ya no entro en el tema de que las partidas
no lo han encontrado porque ella misma cuidó de desviar la atención), hay que
destacar que nadie, ni siquiera ella, podía saber que Bosco se había
accidentado y necesitaba ayuda. Así que cuando se lanzó al monte, es de suponer
que su pretensión era intentar convencerlo para que depusiera de sus
intenciones y volviera a casa, porque solo de haber intuido que Bosco estaba en
problemas habría sido una enorme irresponsabilidad por su parte intentar
solucionarlo ella sola.
Entiendo que esto es una serie y que en la vida real sería muy poco
probable que se diera una situación de este tipo. Y me imagino, como todos lo
que ven la serie, que el verdadero propósito es propiciar un acercamiento de
Francisca y Bosco, algo que ya está provocando multitud de comentarios, la
mayoría contrarios a ello. Nadie olvida lo que es y lo que ha hecho Francisca,
incluido a su propio nieto al que dice querer, pero al que no dudó en hacer
infeliz secuestrando a la mujer a la que amaba, y manteniéndole en la inopia
sobre su verdadera familia.
Pero de lo que se trataba el comentario es la actitud de las otras
mujeres, haciendo especial incidencia en Rosario y Candela. No creo que estas
alturas haya nadie que pueda reprochar algo a estas dos mujeres valientes y
corajudas, dispuestas siempre a darlo todo por los demás.
Y si de lo que se trata es de buscarle las vueltas, Francisca incluso
puede salir perdiendo con las comparaciones, y no solo por el tema de su manera
de proceder. Cierto que es una mujer de armas tomar, que ha tenido que bregar
en un mundo dominado por el género masculino. Pero esto no la diferencia de
Candela y Rosario, que en condiciones quizás incluso más difíciles, también se
han visto abocadas a salir adelante por sus propios medios y sin hombre que las
ayudara.
Lo que si marca la diferencia, aunque en este caso limitándome a Candela,
es otro tema que desgraciadamente sigue muy vigente: la violencia de género.
Ambas mujeres comparten el horror de haber pasado por este trance, pero ahí
radica precisamente lo que hace a Candela mucho más valiente que Francisca.
Porque ella tuvo el coraje de decir basta y tomar las riendas de su vida,
haciendo lo único posible en aquellos tiempos: dejar atrás a su maltratador y
empezar una nueva vida lejos de éste, llevándose además a su hijo. Un niño que
posiblemente podría haber quedado marcado de por vida, porque aunque la parte
visible de esta lacra sean particularmente los integrantes de la pareja, es
claro que los niños sufren en igual medida las consecuencias de ello.
En cambio Francisca optó por callar y aguantar. Es cierto que nadie
puede juzgar las razones que llevan a una mujer a adoptar esta actitud, pero en
Francisca podrían haber influido además otros factores como son las conveniencias
de la clase a la que pertenecía y el hecho de que era aceptado socialmente el
hecho de la dominación del marido. Sin embargo no es admisible que esta suerte
de resignación por su parte, que también podría confundirse con cobardía, hiciera
que girase la vista en el maltrato infringido también a sus hijos, hasta el
punto de ignorar el estupro continuado al que era sometida su hija Soledad, incluso
con el agravante que ella misma también la maltrataba. O el menoscabo al que
era sometido Tristán que, en cuanto tuvo la primera ocasión, optó por poner
tierra de por medio para alejarse del despótico
hombre al que creía su padre.
Por ello cada vez que alguien intenta justificar a Francisca con la
excusa de su duro pasado, creo que tendría que mirar antes a Candela y
constatar que las consecuencias de ello no se tienen que traducir necesariamente
en hacerlo pagar a los demás, cuando ella misma podría haber cambiado las cosas.
Hola Anna, no comento en las redes sociales porque miedo me da, pero sé que tu blog es muy leído, así puestos, me atrevo a hacerte una petición. Desde luego si te parece bien.
ResponderEliminar¿Podría haber un artículo titulado “Memoria histórica para Puente Viejo”?
¡Por favor? ¿No sabe Bosco que su hermano Martín tuvo que huir de Puente Viejo por culpa de Francisca? ¿Que ésta intentó matar a su madre, Pepa, en varias ocasiones? ¿Y que estando embarazada Pepa casi los mata a Aurora y a él? (Aunque nadie sabía que venía él venía en camino) ¿No conoce Bosco todos los horrores de su abuela? Sí que los conoce.
Pedir coherencia en Puente Viejo, una coherencia sencillita vamos, es imposible, pero por favor, Bosquito, ¡un poco de memoria histórica por quien siempre ha querido acabar con los de tu estirpe!
Yo hasta que no vea Francisca ante la tumba de Tristán, avergonzada y hundida, pidiendo perdón de rodillas y llorando por las muertes que causó de Pepa, Martín, María y Esperanza (aunque éstos tres estén vivos pero ella no lo sabe) y por la casi total destrucción de Aurora en un manicomio, sin la menor piedad para la sangre de su propia sangre, no puedo pensar que los guionistas de PV, los nuevos o los viejos, da igual, estén medianamente coordinados.
¡MEMORIA HISTÓRICA EN PUENTE VIEJO!
Irina
Gracias por comentar.
EliminarEl que propones es un tema que me gha pasado un montón de veces por la cabeza. Incluso he empezado a hacer una lista de todos los desmanes de Francisca y me he perdido de tantos y tan variados.
Al respecto de Bosco, es evidente que todo se trata de una estrategia para poner a Francisca en los altares y hacer que parezca buena , algo que es evidente que va a costar lograr colar. Después de cuatro años de ver lo mismo, nadie (o casi nadie) cree en una redención repentina.