31 de enero de 2014

La elección

Es sumamente complicado seguir los derroteros de la mente de Francisca Montenegro. O al menos lo es para mí.
En realidad parece que cree en el pensamiento único y que éste, por descontado, es el suyo. La voluntad y los deseos de los demás no importan, y cualquier desviación del camino trazado supone la estigmatización del desafortunado que osa contradecir sus designios.
La máxima de “estás conmigo o estás contra mi” cobra en ella su máxima expresión. No hay medias tintas, ni sentimientos que la detengan.
La sensación de poder, alimentada por el servilismo de la gente, la ha llevado a considerarse por encima de todo y de todos, incluida su propia familia. No hay favor sin reciprocidad, ni motivo sin recompensa. No hace nada sin esperar algo a cambio, y en ello incluye el cariño que se ha manifestado que para ella también tiene condiciones.
Por lo que, aunque muy de cuando en cuando muestre signos de que su corazón no está del todo muerto, no considero que tenga remisión. Ante todo es un cacique que abusa de su poder, comprando voluntades y sometiendo a los más débiles. Sin olvidar que además es una asesina sin escrúpulos que, aunque no sea la mano ejecutora, es quién ordena sobre la vida o muerte de quien supone un estorbo para sus planes. Alguien que, de manera absolutamente despreciable, es capaz de justificar la muerte de una persona sin ni siquiera pestañear.   
Pero además está su egoísmo. Ella ha sufrido y lo sigue haciendo, (aunque todo hay que decirlo, esto último lo ha hecho por voluntad propia), pero no le importan los sufrimientos de los demás. Como si quisiera que los demás pasaran por lo mismo, por la sencilla razón de que ella  padece. Cierto que buena parte de su actitud considero que viene marcada también por los convencionalismos y un estatus social que hay que mantener, pero todos sabemos que cuando le conviene puede saltárselo y manipular el sentir de la gente a su antojo, bien ya sea por la fuerza o por el poder del dinero.
Pero parece que en los últimos tiempos está perdiendo el control. Está perdiendo fuelle y además, otra vez, la sangre de los Balmes ha irrumpido con fuerza para desbaratar sus planes.
Bueno esto y el amor que es capaz de saltar todas las barreras. Aunque ella opine lo contrario, el amor es importante y está por encima de todo.
Su mayor error ha sido obligar a elegir a María, con la idea de que podía comprarla con la visión de una vida regalada para ella y su hijo.  Obviando los sentimientos. 

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