“Hola, soy Gonzalo Balbuena…”
¿Mande?
Ya sé que es un ejercicio inútil que hemos hecho un porrón de veces, pero seguiré insistiendo en protestar por ello. Cada vez que alguien utiliza este nombre me chirria sobremanera, y más cuando el que lo hace ha conocido a MARTÍN de pequeño y sabe cuál es su verdadera identidad. No logro entender porqué incluso él mismo lo sigue usando, y que sólo algunos miembros de su familia lo llamen por su verdadero nombre y además en la intimidad. Es cierto que lo ha llevado la mayor parte de su vida, pero Gonzalo no existe y sí MARTÍN, hijo de Tristán Castro y hermano de Aurora Castro, y como tal inscrito en el registro civil. Sin olvidar que es el nombre que le puso Pepa, su madre.
Rizando el rizo, incluso podría llegar a hablar de falta de respeto a los orígenes, aparte de una manera de dejar que el pasado vaya apagándose. No es que el apellido Castro tenga muy buenas connotaciones, pero lleva a personajes como Tristán y Pepa que han sido muy importantes en la serie y de los que ya ni siquiera se habla nada más que ocasionalmente y de pasada.
Entendedme, no es que sea nostálgica y que desee volver a las referencias al pasado. Pero ni tanto, ni tan poco.
Y si antes me he puesto reivindicativa, ahora me temo que voy a parecer remilgada.
Sigo hablando de MARTÍN.
Entiendo que éste utilice todos los recursos que tiene a su alcance para conseguir el objetivo de sacar a María del convento, pero me parece que suplantar la identidad de un sacerdote y además oficiar de ello, ya es llevar la cosa algo lejos. Es cierto que probablemente es la única manera de entrar en una comunidad de monjas de clausura, en la que el acceso a los hombres está vedado (a menos que vayan de visita, como Alfonso). Y que además, dada su antigua condición, puede ejercer con total convicción este papel.
Sabéis que no soy creyente, pero aún así no puedo evitar sorprenderme del hecho que alguien como MARTÍN que si lo es y que hasta hace poco lo ejercía con todas las consecuencias, no tenga escrúpulos a la hora de volver a ponerse unos hábitos y aparentemente llevar la farsa hasta el límite.
Aunque por otra parte, y mirado desde una óptica racional, puedo aceptar que lo que está haciendo es sólo disfrazarse para interpretar un papel. Y que, en este caso, el fin justifica los medios.
Pero, aunque desconozco las leyes, es probable que lo que está haciendo además sea punible. Y no me refiero sólo a la intención de ayudar a fugarse a una persona condenada por la justicia.
Así que ya sabemos casi con total certeza que va a pasar. Porque el plan no puede salir bien, tal como sucede habitualmente, y MARTÍN se va a enfrentar también a la cárcel. A menos que alguien lo remedie.
Pero permitidme antes de dejar este tema, una frivolidad.
¡¡Jo….! ¡¡Qué bien le sienta la sotana al condenado!
Me cuesta hablar de la actitud de Conrado.
Aparentemente los efectos del alcohol acentúan algunos (malos) rasgos de su carácter. Es evidente que el líquido elemento no le sienta nada bien, cuando le hace actuar de manera incluso violenta. Pero además me pregunto si realmente lo que deseaba inconscientemente al no dejarse curar era acabar de una vez con su sufrimiento.
Pero no cuenta con la determinación de Aurora de la que, ante todo, creo que hay que hacer mención por sus métodos expeditivos. No es que romper una botella en la cabeza sea la mejor anestesia, pero hay que reconocer que si la más efectiva. Porque es evidente que con palabras difícilmente habrían podido conseguir que Conrado cediera, y también lo es que ella no se iba a limitar a contemplar cómo el hombre dejaba que se le escapara la vida sin hacer nada para evitarlo.
Además es claro que Lesmes tiene razón. Ni Aurora ni Conrado han dejado atrás sus sentimientos, a pesar que lo hayan intentado ambos. En Conrado es más que manifiesto, aparte de por sus palabras, por sus celos mal disimulados hacia el hombre que considera va camino de sustituirle en el corazón de la mujer a la que ama. En Aurora en su preocupación que va más allá de lo que intenta hacer creer, y que pretende esconder bajo la capa de la compasión hacia un herido.
Permitidme hacer una reflexión sobre esta pareja.
Creo que no digo nada nuevo si afirmo que la serie ni siquiera se parece a lo que fue en un principio, ni las relaciones tampoco.
Y si bien algunas, como la de MARTÍN y María, conservan algo del halo de romanticismo que caracteriza a PV, la de Conrado y Aurora ha traído nuevos aires, es mucho menos edulcorada y tiene elementos singulares que dan una relación de pareja muy diferente de lo que hemos visto hasta ahora. Aunque ello sea más acentuado en ella que en él, algo a lo que es posible también haya ayudado una educación en un país mucho más avanzado en todos los aspectos, entonces y ahora.
Aurora es capaz de desnudar su alma con total sinceridad, sin negar lo que siente. En algunos aspectos es irreflexiva e impulsiva, algo que se puede achacar a su juventud e inexperiencia, pero también es madura y suele ir con la verdad por delante. Y si bien es romántica, también tiene los pies muy asentados en el suelo y sabe hasta dónde puede llegar. Algo que, por cierto, a veces lleva hasta extremos que impacientan, como el de cortar a Conrado cuando éste empieza (empezaba) a entusiasmarse. Pero a lo que quería llegar es que Aurora es igual que lo que se ve, totalmente diáfana y cristalina.
Conrado ya es otro cantar. Porque si bien es cierto que uno de sus rasgos es que dice lo que piensa, también calla mucho. Y no es que crea que tenga que ir pregonando por ahí lo que le atenaza el alma y que hace que tenga esta actitud tan hostil y huraña con todo el mundo, pero quizás ha llegado el momento de que se pregunte si ello lleva a algún sitio. Es cierto que convertirse en un ermitaño es una opción personal que no sería el primero que optase a ello, pero Conrado creo que está descubriendo que quizás no esto lo que quiere y que su corazón aún alberga la posibilidad de sentir. Algo que, por otra parte, ayuda a que aumente su desazón, pero creo que especialmente por miedo a no ser capaz de estar a la altura y provocar sufrimiento, más que por sufrir él mismo.
Y también creo que si dejara fluir el amor que siente por Aurora, si fuera capaz de confiar en ella y abrirle su corazón, ésta no le defraudaría.
De los demás personajes no se me ocurre mucho que decir:
-La trama de Aníbal aburre hasta el infinito, con sus continuos cambios de parecer.
-Me gusta que Hipólito y Quintina cada vez estén más desmarcados de la trama de los Mirañar y tengan la propia. De hecho se podría decir que ella ya lo está consiguiendo y además pienso que Blanca, por méritos propios, tendría que pasar a ocupar la cabecera junto con los demás protagonistas.
-También Charlotte creo que está mejorando mucho, y el papel que ahora representa, aún siendo siempre lo mismo, es mucho más interesante. Por cierto, ¿dónde anda Isidro? Ni siquiera en los avances se hace ninguna mención de él.
-De Soledad ya hablé ayer, aunque hoy quizás tendría que hacer mención al hecho de que parece que su relación con Terence no pasa por su mejor momento y esto no es nada bueno. Otra relación con problemas ya sería demasiado para el cuerpo.
-Quizás me precipité en mi valoración de Sor Encarnación. Es cierto que es una mujer severa y ortodoxa, pero hoy también me ha parecido que no es tan insensible como se me antojó al principio. Lo que sí me ha quedado son las dudas sobre Celia, que la religiosa ha presentado como una espía a su servicio. Espero que esto sea infundado.
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