Por fin nos
libramos de él. Porque, sin llegar a los extremos de Francisca (aunque pisándole
los talones), este ser despreciable ha conseguido ganarse a pulso la antipatía,
además de los epítetos menos lisonjeros que se le puedan ocurrir a alguien.
Pero el caso
es que existen personas como Eliseo, y siempre han existido. No solo hombres,
sino también mujeres, que han hecho de la explotación de sus semejantes una
forma de vida, aprovechándose de la necesidad y también haciendo uso de la
fuerza y la intimidación para sus fines.
Y si, quizás podrían
habernos ahorrado estas escenas y el malvivir que ha supuesto esta trama, pero
lo cierto es que por evitar hablar de ello no es un problema menos real, ni dramático,
siendo una situación que tiene atrapadas a miles de mujeres.
Pero se ha terminado,
aunque desgraciadamente solo en la ficción. Pero de manera definitiva, porque no hay nada tan definitivo como la muerte. Lo que
permite a Lucas y Sol, y de rebote a Candela y Severo, reanudar sus planes para
construir una vida juntos. Que ya toca un tiempo de felicidad, después de todo
lo acontecido.
Eliseo ya es
historia, y de la que es mejor olvidarse, como en su momento pasó con Fernando
y tantos otros. Sin embargo los actores si dejan huella, y hay que reconocer el
magnífico trabajo de Carlos Troya, que ha conseguido hacer totalmente creíble un
personaje que, si bien ha sido poco agradecido en cuanto a despertar simpatías,
si ha marcado las vidas de los Santacruz y compañía, especialmente la de Sol.
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