Podría haber comentado esto en algunas
de las páginas de Facebook que administro conjuntamente con una amiga, pero
como se trata de una opinión personal considero que debo hacerlo desde mi blog,
algo que además me permite explayarme más extensamente.
Es sobre el tema de D. Anselmo, su
posible marcha del pueblo y la reacción de los habitantes de PV a ello.
Evidentemente hay que diferenciar al
hombre del sacerdote, la persona del representante de una institución que en
aquellos tiempos era uno de poderes fácticos, con la potestad incluso de
administrar justicia terrenal.
Como persona D. Anselmo representa a
la mejor parte de la sociedad, a los que se preocupan y están cerca de sus semejantes,
además de procurar su bienestar. La parte a reprocharle es que, en ocasiones,
haya mirado hacia otro lado cuando se trata de los desmanes de Francisca, que además
compra su benevolencia con generosas donaciones. Sin embargo en justicia también
hay que reconocerle que jamás ha tomado nada para beneficio propio, y que todo
lo que recauda acaba en manos de los necesitados. Así que digamos que, sin que se
puedan llegar a justificar algunas cosas, es posible aceptar que D. Anselmo haya tomado
la opción del sentido práctico obviando lo ortodoxo.
Como sacerdote tampoco nada que
reprochar, aunque pienso que no se ajusta demasiado a los cánones de la época.
Un ministro de la iglesia con una mente tan abierta debía ser una rareza, aunque tampoco es
imposible que existiera. En realidad, y por lo que he oído de mis mayores, el
tipo usual de sacerdote se acercaba mucho más a D. Berengario, aunque creo que
en este caso han ido al otro extremo.
Antes de continuar he de puntualizar
que me declaro abiertamente atea, y que por lo tanto mi opinión puede estar
condicionada. Aunque tampoco me caen los anillos en reconocer que existen personas
en las diferentes confesiones que ejercen su ministerio con total dedicación y
servicio a los demás, tal como se supone ha de ser. Tal como hace D. Anselmo. Y
es muy posible que, de estar allí, yo también me hubiera alineado con los que
desean que el hombre (más que el sacerdote) siga en el pueblo. Especialmente cuando
la alternativa es quién es, alguien que ha entrado con imposiciones, una
situación que la gente tiende a rechazar. Abiertamente o no.
Nada que objetar pues a ello. Mis objeciones
(valga la redundancia) van en un sentido muy diferente.
Mirándolo desde la óptica de los guiones,
creo que puedo entender una de las derivaciones de esta trama, aunque no sé si
la intención de quienes los han escrito va en la línea de lo que pretendo poner
sobre el tapete. Y sé que me estoy poniendo muy quisquillosa, y que una vez más
le estoy buscando cinco pies al gato cuando no se trata más que una ficción y
de rellenar minutos de capítulos, además de dar visibilidad a un determinado
personaje que, por supuesto, la merece igual que los demás. Y sé también que no
todo el mundo estará de acuerdo con mi opinión, incluso es posible que no
exista nadie que coincida con ello. Pero ello no me ha de condicionar a la hora
de exponerla.
Se trata del papel de las mujeres en
esta historia. Es muy loable que pretendan darles notoriedad, pero también es
sabido que en aquellos tiempos (e incluso hasta mucho más tarde) su opinión no contaba mucho, pero eran el principal
aliado de la iglesia. Ya en 1910 una nota de esta institución
decía, refiriéndose al papel de las mujeres: “para qué nos serviría el voto: para arrojar en la balanza de la
opinión cotizable, en la bolsa política, millones de sufragios en pro de la
Santa Religión, que es y fue y será, esencia espiritual de la mujer española en
todo lugar, situación y tiempo”
Otro ejemplo: el discurso de Victoria Kent, que el 1 de octubre de 1931 pidió que se
aplazara la concesión del voto a las mujeres, porque en su opinión no estaban
preparadas para votar responsablemente debido a la influencia de la Iglesia, por
lo que su voto sería conservador y perjudicaría a los partidos de izquierdas. Para
Victoria Kent una de las pruebas del alineamiento mayoritario de las mujeres
con la derecha antirrepublicana sería la entrega al Presidente de las Cortes de
un millón y medio de firmas de mujeres católicas pidiendo el cambio del
proyecto de Constitución para que se respetaran los «derechos de la Iglesia (fuente:
https://es.wikipedia.org/wiki/Sufragio_femenino)
Pero vuelvo al inicio, y soy consciente de que en esta historia
hay que anteponer el hombre al sacerdote. Sin embargo no acaba de cuadrarme el papel secundario
y pasivo del género masculino en todo esto, y que dejen llevar toda la
iniciativa a las mujeres. Sabemos que en la época el papel femenino se limitaba
casi exclusivamente al de ser obedientes y sumisas, aunque también es cierto
que en PV las mujeres protagonistas son fuertes e independientes, mientras que
sus hombres son progresistas y de ideas liberales, avanzados a su tiempo. Pero
considero que esto no era lo corriente, si no la excepción.
Por descontado me alegra ver a mujeres resueltas, que en la
cabeza de la protesta esté Candela, ver a Dolores, Mariana y Gracia manifestarse sin temor, poniendo en sus palabras el sentir de todos y todas, a Rosario siendo la parte calmada
y a Emilia, una atea confesa, defendiendo a D. Anselmo, al hombre. Sin embargo
admito que este post lo ha provocado en mayor medida la escena siguiente. No
acaba de cuadrarme que todo un obispo se digne a sentarse con unas mujeres para
discutir un tema que va más allá de las atribuciones de éstas. Aunque me
disguste tener que decirlo, creo que lo más lógico en esta situación (y repito,
en aquella época), habría sido que, por ejemplo Severo, se hubiera alzado como
interlocutor.
Pero esto es una ficción, y se admiten licencias.
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