17 de febrero de 2016

¡Don Anselmo no se va!

Podría haber comentado esto en algunas de las páginas de Facebook que administro conjuntamente con una amiga, pero como se trata de una opinión personal considero que debo hacerlo desde mi blog, algo que además me permite explayarme más extensamente.
Es sobre el tema de D. Anselmo, su posible marcha del pueblo y la reacción de los habitantes de PV a ello.  
Evidentemente hay que diferenciar al hombre del sacerdote, la persona del representante de una institución que en aquellos tiempos era uno de poderes fácticos, con la potestad incluso de administrar justicia terrenal.
Como persona D. Anselmo representa a la mejor parte de la sociedad, a los que se preocupan y están cerca de sus semejantes, además de procurar su bienestar. La parte a reprocharle es que, en ocasiones, haya mirado hacia otro lado cuando se trata de los desmanes de Francisca, que además compra su benevolencia con generosas donaciones. Sin embargo en justicia también hay que reconocerle que jamás ha tomado nada para beneficio propio, y que todo lo que recauda acaba en manos de los necesitados. Así que digamos que, sin que se puedan llegar a justificar algunas cosas, es posible aceptar que  D. Anselmo haya tomado la opción del sentido práctico obviando lo ortodoxo.
Como sacerdote tampoco nada que reprochar, aunque pienso que no se ajusta demasiado a los cánones de la época. Un ministro de la iglesia con una mente tan abierta debía ser una rareza, aunque tampoco es imposible que existiera. En realidad, y por lo que he oído de mis mayores, el tipo usual de sacerdote se acercaba mucho más a D. Berengario, aunque creo que en este caso han ido al otro extremo.
Antes de continuar he de puntualizar que me declaro abiertamente atea, y que por lo tanto mi opinión puede estar condicionada. Aunque tampoco me caen los anillos en reconocer que existen personas en las diferentes confesiones que ejercen su ministerio con total dedicación y servicio a los demás, tal como se supone ha de ser. Tal como hace D. Anselmo. Y es muy posible que, de estar allí, yo también me hubiera alineado con los que desean que el hombre (más que el sacerdote) siga en el pueblo. Especialmente cuando la alternativa es quién es, alguien que ha entrado con imposiciones, una situación que la gente tiende a rechazar. Abiertamente o no.
Nada que objetar pues a ello. Mis objeciones (valga la redundancia) van en un sentido muy diferente.
Mirándolo desde la óptica de los guiones, creo que puedo entender una de las derivaciones de esta trama, aunque no sé si la intención de quienes los han escrito va en la línea de lo que pretendo poner sobre el tapete. Y sé que me estoy poniendo muy quisquillosa, y que una vez más le estoy buscando cinco pies al gato cuando no se trata más que una ficción y de rellenar minutos de capítulos, además de dar visibilidad a un determinado personaje que, por supuesto, la merece igual que los demás. Y sé también que no todo el mundo estará de acuerdo con mi opinión, incluso es posible que no exista nadie que coincida con ello. Pero ello no me ha de condicionar a la hora de exponerla.
Se trata del papel de las mujeres en esta historia. Es muy loable que pretendan darles notoriedad, pero también es sabido que en aquellos tiempos (e incluso hasta mucho más tarde) su opinión no contaba mucho, pero eran el principal aliado de la iglesia. Ya en 1910 una nota de esta institución decía, refiriéndose al papel de las mujeres: “para qué nos serviría el voto: para arrojar en la balanza de la opinión cotizable, en la bolsa política, millones de sufragios en pro de la Santa Religión, que es y fue y será, esencia espiritual de la mujer española en todo lugar, situación y tiempo”
Otro ejemplo: el discurso de Victoria Kent, que el 1 de octubre de 1931 pidió que se aplazara la concesión del voto a las mujeres, porque en su opinión no estaban preparadas para votar responsablemente debido a la influencia de la Iglesia, por lo que su voto sería conservador y perjudicaría a los partidos de izquierdas. Para Victoria Kent una de las pruebas del alineamiento mayoritario de las mujeres con la derecha antirrepublicana sería la entrega al Presidente de las Cortes de un millón y medio de firmas de mujeres católicas pidiendo el cambio del proyecto de Constitución para que se respetaran los «derechos de la Iglesia (fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Sufragio_femenino)
Pero vuelvo al inicio, y soy consciente de que en esta historia hay que anteponer el hombre al sacerdote. Sin embargo no acaba de cuadrarme el papel secundario y pasivo del género masculino en todo esto, y que dejen llevar toda la iniciativa a las mujeres. Sabemos que en la época el papel femenino se limitaba casi exclusivamente al de ser obedientes y sumisas, aunque también es cierto que en PV las mujeres protagonistas son fuertes e independientes, mientras que sus hombres son progresistas y de ideas liberales, avanzados a su tiempo. Pero considero que esto no era lo corriente, si no la excepción.
Por descontado me alegra ver a mujeres resueltas, que en la cabeza de la protesta esté Candela, ver a Dolores, Mariana y Gracia  manifestarse sin temor, poniendo en sus palabras el sentir de todos y todas, a Rosario siendo la parte calmada y a Emilia, una atea confesa, defendiendo a D. Anselmo, al hombre. Sin embargo admito que este post lo ha provocado en mayor medida la escena siguiente. No acaba de cuadrarme que todo un obispo se digne a sentarse con unas mujeres para discutir un tema que va más allá de las atribuciones de éstas. Aunque me disguste tener que decirlo, creo que lo más lógico en esta situación (y repito, en aquella época), habría sido que, por ejemplo Severo, se hubiera alzado como interlocutor.  
Pero esto es una ficción, y se admiten licencias. 

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