15 de junio de 2018

Puente Viejo, segunda parte


Esto vendría a ser una segunda parte del artículo anterior, porque no es más, ni menos, lo que es Puente Viejo: un lugar donde las cosas no tienen nada que ver con la realidad.
Si claro, es una ficción y además un culebrón. Pero si es recurrente el argumento de que hay que ponerse en la mentalidad de la época para entender lo que se cuece, también es un hecho que los guionistas no dudan en saltársela para “arreglar” a conveniencia las tramas, o para obligar a los personajes a hacer ciertas cosas que andan lejos de la coherencia. Y mucho más de lo que es la verdadera historia de aquellos tiempos, la que nos cuentan los libros.
Es cierto que a veces nos sorprenden con temas que podía creer más recientes y que te obligan a replantear lo que sabes (o lo que piensas que sabes) de determinadas cosas. Y también es cierto que durante este tiempo nos han traído retazos de historia o cosas que seguramente much@s desconocíamos, pero en lo que han fallado es en retratar fielmente la vida y las costumbres de un pueblo rural.
No hace mucho Montse me lo recordaba en la respuesta a un comentario en este mismo blog.
El tema (o uno de ellos),  es la escasa credibilidad con respecto a la influencia de los poderes “fácticos”, representados por las personas importantes del pueblo: el alcalde, el médico, el sacerdote y el cacique local.
Exceptuando el papel del cacique local, que se ajusta a la realidad de la época, los demás roles no parecen tener la consideración correcta, a poco que te sumerjas en la historia y costumbres de la época y lo compares con lo que se ve en la telenovela. Porque se descubre que la iglesia y sus representantes pesaban mucho más sobre la vida de la gente de lo que parece en la ficción cuando, por poner un ejemplo, la relajación y comprensión que demuestran los sacerdotes de Puente Viejo con los amancebamientos no existía, porque las normas de moral eran estrictas y pesaban mucho, más en una comunidad pequeña y cerrada. Lo que si se ajusta a la realidad es que la iglesia y el poder caciquil iban de la mano, y que lo que no servía para el pueblo no era problema para los poderosos (hemos visto muchas veces como D. Anselmo o D. Berengario recibían donativos a cambio de “hacerse el sueco” en temas realmente censurables, solo con la excusa de que ayudaban con ello a los pobres).
Tampoco es normal el poco respeto a los tiempos de luto, que se regían por unas normas estrictas y que eran sagrados para l@s creyentes. Por supuesto entiendo que, de seguirse a rajatabla, tod@s en Puente Viejo habrían de vestir de negro riguroso, porque poc@s se libran de tener un muerto en la familia, y de cara a la imagen de la telenovela eliminar el color sería un hándicap. Pero el caso es que hasta fechas relativamente recientes (años sesenta-setenta) existía una especie de reglamento establecido en el tema del luto en el vestir: por viudedad, dos años y después seis meses de alivio, por la pérdida de un hijo, el mismo período anterior, por padre o madre, un año y seis meses de alivio, por abuelos o hermanos, seis meses, por otros familiares, tres. Incluso si tenía lugar un matrimonio durante este tiempo, la novia vestía de negro. Claro que todo esto solo concernía al género femenino. Los hombres solo tenían que ponerse corbata negra, un brazalete negro o un botón negro en el ojal de la chaqueta. Sin embargo lo que era igual para todos era la prohibición de asistir a bailes o festejos, e incluso se extendía el duelo a otros temas como tapar los cuadros y espejos de la casa, o quitar las macetas con flores. En Puente Viejo todo esto se pasa por alto, y pronto de da cuenta de aquello de “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”.
Otras cosas que chirrían son la vestimenta, con zapatos de tacón en muchas mujeres, algo cuando menos poco práctico para los habitantes de un pueblo de la sierra, con los caminos sin asfaltar (a menos que las que los usan no se muevan de la plaza o sus alrededores). O  que se produzca el contrasentido que supone que algunas mujeres se puedan mover con absoluta libertad, mientras que otras sean criticadas por mostrar actitudes demasiado “libertinas” (ya no hablo de las que llevan el estigma de “mujeres de la vida”. Por cierto, algo que demostró también la hipocresía de la gente, cuando Sol pasó de ser una de ellas a ser la hermana de un terrateniente, y su pasado se esfumó como por ensalmo. Como si tener dinero y poder, pudiera borrar todo). Ya no hablo de lo que se decía el mismo comentario, la nula presencia de niños o animales,….como otras muchas cosas que se daban en el medio rural y que se obvian en Puente Viejo. O el lenguaje utilizado, con términos coloquiales de la época, pero también demasiado rico para unas gentes que apenas sabían leer (por poner un ejemplo, el otro dia Fe dijo que había sentido por Alfonso “un amor platónico”. Puede decirlo mal, eso sí, pero me parece que pocas personas sabían a lo que podía referirse este término. En fin…)
Esto es Puente Viejo. Un pueblo que a pesar de estar lejos de los grandes núcleos de población, de estar en un entorno rural, no tiene problemas para que recale en él lo más granado de la otra sociedad, la más negra: estafadores, asesinos, maltratadores, ladrones, tiranos, mentirosos compulsivos, gente de mal vivir, psicópatas,….que se suceden sin tregua o incluso llegan a compartir tiempo y espacio en la telenovela.
Pero esto es tema para otro artículo.

2 comentarios:

  1. Los retazos de historia, en mi caso, venían de la boca y memoria de mi abuela, además de los libros (no me gustaba mucho la geografía, pero me encantaba la historia). Yo me recuerdo sentada en el suelo con mis herman@s, alrededor de mi abuela en su mecedora, y cómo ella nos contaba la vida que llevó en el pueblo (en la época de PV habría tenido la edad de Marcela); ya de adolescente, nos advertía de los peligros que podíamos encontrarnos por el hecho de ser mujer… ¡¡mujer en su época joven, claro!! Quizás eso hizo que yo no me conformara con los sueños de futuro que tenían mis amigas, yo quería ser YO, para poder luego compartir mi vida con alguien si me apetecía, y educar a mis hijos en igualdad; muy distinto de como mi madre, por su educación de posguerra, nos educó a nosotr@s. Por eso busco en PV esas historias de mi abuela, esas historias de los libros, y por eso quizás soy tan crítica con la serie. ¡¡Gracias abuela, por tus lecciones de vida!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Enhorabuena por haber sabido elegir tu camino. Y si, yo también busco en mi madre la historia y comparar con lo que se ve en la serie. Que según voy viendo está a años luz de la realidad de aquellos años. Por cierto, muy interesantes tus comentarios!! Un abrazo

      Eliminar