Por supuesto
todas las opiniones son respetables, pero ya hace tiempo que llegué a la
conclusión que vivir apegado a la tradición a veces puede ser un error.
Afortunadamente
a lo largo de toda la historia de la humanidad ha habido personas sabias e
importantes que han pensado esto mismo, pues de otra manera aún estaríamos
anclados en la prehistoria. Creo que todo, absolutamente todo, puede ser susceptible
de experimentar cambios y transformaciones, incluidas tradiciones decimonónicas
que en los tiempos actuales ya no tienen razón de ser, o al menos no de la
misma manera. Por lo que tratar de imponer determinadas normas de conducta o de
manera de obrar, o seguir empeñados en llevar a cabo celebraciones y festejos
que a pesar de formar parte de que lo que se puede pretender como cultura
popular pero a los que ya no se los ve de la misma forma que la que fueron creados, puede ser incurrir en un sinsentido.
¿Cuant@s de
nosotr@s no hemos oído más de una ocasión la frase “es que siempre ha sido así” o “porque es la tradición”?
Admito que esto me subleva porque, como he dicho
anteriormente, creo que también lo que llaman así ha de evolucionar. Y
que el hecho de que sea algo que viene del pasado, no implica necesariamente que sea sinónimo
ni de acertado, ni de bueno, ni por descontado es incuestionable.
Evidentemente
hay que diferenciar algunas cosas, y lo que no pretendo es criticar otras culturas
o fiestas arraigadas que ya forman parte de la idiosincrasia de cada pueblo,
aunque en ocasiones no comparta ni su sentido, ni su continuidad. Más bien mi
intención es incidir en lo que afecta a la intimidad de las personas, sus
creencias, su modo de entender el mundo y el sentido de la vida.
Antes de
continuar, he de puntualizar que todo lo anterior solo está basado en lo que
se da en los países supuestamente más avanzados (aunque a veces en éstos sucedan cosas que lo hacen dudar). En el tercer mundo, incluso
en el segundo, este es un tema con connotaciones muy diferentes, en el que los
ritos y tradiciones forman parte, no sólo del sentir popular, sino incluso de
la normalidad cotidiana. Algo que por lo demás ni puede ser, ni pretendo que sea una justificación,
aunque es claro que las posibilidades de cambiarlo sean más remotas. Y ello a pesar de que en muchos casos suponga la desgracia para los colectivos más vulnerables (las
mujeres en primer término), y que daría lugar a la confección de una lista
interminable de lo que directamente considero abominaciones.
Y ahora vamos
al meollo de lo que quería comentar realmente, aunque me haya ido por los
cerros de Úbeda: los partos en la propia casa.
La lógica me
dice que en 1922 era algo corriente. Lo que tengo claro es que no todo el mundo
tenía la posibilidad de desplazarse a una hospital, y que la mayor parte de los
bebés nacían en casa porque no había más remedio. Eso sí, con la ayuda de un
médico o una matrona (que podía tener o no conocimientos profesionales). Algo
que por cierto, ahora vuelve a hacerse,
aunque no se pueden comparar los medios de aquel tiempo y los de ahora.
Así que la
afirmación de Rosario, y su cerrazón para que el bebé de Mariana nazca en PV, se
puede considerar fruto de algo habitual por necesario, porque no había otra
cosa. Y por lo tanto hablar de tradición es incorrecto.
Aunque yo sigo
diciendo que en el caso que lo fuera, ello tampoco habría de condicionar nada
cuando interviene la voluntad de la propia persona y no la de la sociedad.
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