30 de abril de 2017

El alcalde y el cura

Cuando se les adjudicaron los papeles, ni al uno, ni al otro, les cayó en suerte uno de relevancia. Bueno, al menos relativa, si hay que hacer una comparación entre los que se supone ostentan el rol de primeros espadas y quienes conforman el resto del elenco de la telenovela. Aunque por supuesto todos y todas son importantes, pero es evidente que existen diferencias en cuanto a visibilidad se refiere.
Además, aunque en diferente medida, los dos no gozan precisamente de mucho predicamento en cuanto a los seguidores se refiere, no porque no sean dos grandes actores, sino porque sus papeles entrarían más dentro de la categoría de los de relleno. Y muchas veces, especialmente Onésimo (el personaje), es incluso cargante. Pero creo que todos y todas hemos ido viendo que no hay que ser protagonista para tener protagonismo.
Más cuando, a pesar de todo, sus escenas vienen a ser un respiro en medio de capítulos que van desde lo insustancial o lo devastador, sin casi término medio.
Lo cierto es que, de entrada, con ninguno de los dos se presagiaba nada especial, ni siquiera que fueran a tener una continuidad en la telenovela. Pero después se ha demostrado que la elección fue correcta, aunque también haya costado un tiempo y bastantes tragaderas. Y ahora, aunque cueste admitirlo, considero que incluso ya están haciendo sombra a los otros dos personajes que se supone venían a complementar: Hipólito y D. Anselmo.
Porque creo que son dos personajes con una interesante personalidad.  
A simple vista se podría calificar a Onésimo de cargante (como he dicho anteriormente) por sus ideas descabelladas, en línea de casi todo lo que sucede en el colmado, pero considero que subyace en el personaje algo más rico a destacar. Desconocemos los medios que tenía su familia (aunque me parece recordar que, por ejemplo, alguna vez comentó que había hecho clases de esgrima para ganarse la vida), pero lo que sí ha quedado patente es que es una persona con una enorme sed de conocimientos, que le ha llevado a saber un poco de todo (ha demostrado que sabe idiomas, que conoce otras culturas,…), algo que lo que pocos en PV pueden alardear. Por cierto, creo que Hipólito tampoco es tan tonto como a veces pretenden hacernos creer, lo que pasa es que a la sombra de su madre no ha crecido, y sigue siendo un niño grande con una cierta cultura. Tampoco se tendría mucho que objetar a la labor de Onésimo como alcalde, cargo que lleva medianamente bien en la medida que se lo permite el hecho de no poder tomar decisiones importantes sin antes consultar a los terratenientes y ser servil hasta extremos repelentes. Pero nada que no fuera realidad en aquellos tiempos. Si claro, también tiene defectos: no es muy trabajador, es bastante aprovechado, no se destaca por su arrojo, y a veces se cree más de lo que es. Pero admito que a medida que ha ido pasando el tiempo ha mejorado mucho mi apreciación sobre él, e incluso me parece divertido a veces. Aunque es muy posible que buena parte de “culpa” de ello la tenga Jose Gabriel Campos, el magnífico actor que defiende un papel que a veces puede no ser muy agradecido.
Y qué decir de Don Berengario. Reconozco que la primera impresión sobre este personaje no fue muy buena. Pero sin perder su esencia de religioso conservador, e incluso intransigente a veces, hemos ido conociendo a una persona que ha ido adaptándose a la vida del pueblo, aprendiendo a aceptar que las cosas a veces pueden ser de otra manera, sin salirse de la moral y buenas costumbres. Y también hemos visto al hombre capaz de dejar asomar su naturaleza, el que se deja llevar por sus pasiones más mundanas y que le permiten disfrutar también de la vida real, la de la calle. Le hemos visto ejercer su ministerio con dedicación y eficacia, sin desfallecer, ni dejarse avasallar, aunque a veces también haya mostrado su cara servil con especialmente Francisca. (Pero, aunque no sirva de justificación, no hay que olvidar que en aquellos tiempos los poderes eclesiástico y de los terratenientes constituían una fuerza de presión sobre el pueblo llano, y que por lo tanto sus lazos eran estrechos)
Sin embargo considero que uno de los mejores rasgos de este personaje es que su seriedad y su rotundidad en algunos momentos, suele acabar en escenas divertidas, en las que un enfado o una regañina pueden ser motivo de jocosidad, no por el hecho en sí, si no por las maneras. Porque no es que se trate de un personaje divertido, sino que hace divertidas escenas que a priori no tienen nada de ello. Aunque, como en el caso anterior, creo que tiene mucho que ver el estupendo actor que defiende a este personaje, Miguel Uribe. De hecho creo que D. Berengario no podía ser otro que él. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario