Ya he escrito
antes sobre este mismo tema, pero me permito volver a la carga porque sigue
siendo recurrente, y en los mismos términos que al principio.
Por supuesto
no pretendo tener la razón, y tampoco dar la sensación que es una crítica a
algunas opiniones. Que me merecen todo el respeto,…. aunque no las comparta
¿Se debe
casar alguien sin que medien sentimientos afectivos, solo porque algo tan
impreciso como el honor hace que uno o una se sienta obligado a ello? Evidentemente
la primera idea que te pasa por la cabeza es la de las consecuencias que ello
puede acarrear, la mayor parte no muy positivas, pero después puedes entrar a valorar
todos los matices. Porque no todo es blanco o negro.
Hay que ir al
concepto honor para entender que éste tiene muchas definiciones y que en ello
intervienen también la dignidad, los ideales, el sentido del deber, la manera
de ser,… por lo que en algunas personas puede llevar aparejado el condicionar
algunos de sus actos, y ponerlo por delante del libre albedrío.
Aunque solo con
estas premisas y sin que exista otra razón, los cimientos para ligarse a otra
persona sean de lo más inestables, y todo apunta a un futuro no muy halagüeño.
A menos que se haga un esfuerzo para lograr establecer vínculos que vayan más
allá de aceptar la convivencia forzada, y se aprenda a mirar al otro con los
ojos de los sentimientos. Ya que considero que no es imposible llegar a querer mediante
el tiempo y el conocimiento.
Por supuesto
hay que diferenciar el honor objetivo, el que afecta a la propia persona, y el
del concepto social que afecta a la relación con la sociedad, aunque ambos estén
muy ligados. Pero mientras uno puede quedar circunscrito al ámbito íntimo, el
otro es el que afecta a la imagen exterior que se proyecta. Y es este último el
que hace que incluso en algunas culturas se den situaciones extremas en las que,
por una estricta y mal entendida interpretación del tema, la violencia contra
la mujer llega a lo máximo de la crueldad en el ser humano, cuando la responsabilidad
del hombre es casi inexistente. Por lo que el honor de éste no es puesto en el
punto de mira, mientras el de la mujer acaba muchas veces lavado con sangre….. Y
no sigo, porque es un hecho que me produce mucha repulsa, y por el que creo que
merece la pena luchar para conseguir su plena erradicación.
Pero ahora no
es este el caso que me ocupa, así que vuelvo a la pregunta del principio.
Sin embargo
la respuesta no es posible darla en términos actuales, porque hace casi un
siglo las cosas eran muy diferentes y tampoco la situación de la mujer era la
misma, pues entonces si quedaba marcada para siempre. Y dependiendo solo de la
suerte para salir adelante.
¿Marcela se
arriesgaría a pasar por una situación de ser señalada solo por el hecho de
querer atrapar a Matías? ¿Por qué precisamente ahora, una chica a la que conoce
todo el mundo, tomaría una decisión tan extrema para “pillar” a un chico? ¿Por
qué, por ejemplo, parece olvidarse que el móvil económico es bastante
improbable porque la dote la aporta la familia de la chica, y además los
Castañeda no son precisamente ricos, sino personas que han de trabajar duro
para salir adelante, por lo que difícilmente otra familia podría vivir a su
costa? Pero lo que más me escuece es que la mayor parte de los comentarios
sobre esta trama vayan en la línea de culpabilizar a la chica con conjeturas
sobre violaciones, incestos o intentos de “colocar” un bebé a otro, pasando por
sembrar dudas sobre la existencia o no de un embarazo, o sobre la posibilidad
de que despierte más empatía por tratarse de una chica de clase humilde. Por
supuesto, todo ello es posible, además sabiendo lo retorcidos que son los
guionistas, pero, de momento, considero que existen dudas razonables para
aceptar como ciertas estas posibilidades, aun cuando puedo tener que darme en
el futuro con un canto en los dientes.
Y ¿dónde
queda Matías en todo esto? Haya o no embarazo, sea o no éste el padre de la
criatura, el caso es que queda probado que ha estado con Marcela de manera
íntima y de modo voluntario. Y que ambos eran libres para hacerlo, aun siendo
un acto dictado más por los instintos que por la razón, algo que ha traído
supuestamente consecuencias. Claro que si no existe embarazo, las cosas pueden
ser diferentes, pero solo hasta cierto punto, porque no quitan que el “honor” o
la reputación de Marcela salgan igualmente perjudicados, y mucho más que la del
chico. Ya que puede tacharse a éste de picaflor, de pensar más con la
entrepierna que con la cabeza, de actuar irreflexivamente por tener nublada la
mente por la bebida, pero al final acabar dejando que todo esto le justifique
de alguna manera, mientras que con Marcela se es mucho más duro. ¿Acaso hay
alguna razón para que los dos no reciban la misma censura, dado el caso?
Por supuesto
no puedo pasar por alto el tema que subyace en todo esto: el supuesto amor que
existe entre Matías y Beatriz. Y sobre el que hay muchas diferencias de opinión,
especialmente a la vista de los altibajos que han dejado patente que quizás este
sentimiento no sea tan fuerte como pretenden hacer creer.
Antes que
nada he de decir que considero que las telenovelas tienden a sublimar o
mitificar el amor romántico, y que la realidad suele distar mucho de ser tan
idílica como nos la pintan. Porque los amores también pueden ir y venir, nada
es eterno (Seguro que todas y todos conocemos algún caso de personas que se han
unido creyendo que su vínculo afectivo iba a durar toda la vida, y no ha sido
así). Vale, que es una valoración muy pesimista, y para nada pretendo
generalizar. Solo expresar mi idea de que tampoco ha de ser un drama que dos personas
muy jóvenes (Beatriz y Matías), que tienen toda una vida por delante, tomen
distintos caminos y rehagan sus vidas por separado. Porque depende principalmente
de las circunstancias, pero también de la voluntad de cada uno de ellos, el ser
feliz o no. Ya que tampoco nada
garantiza que, a la primera ocasión, vuelvan a las andadas. Como ya ha sucedido
anteriormente.
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