Cuando se les
adjudicaron los papeles, ni al uno, ni al otro, les cayó en suerte uno de
relevancia. Bueno, al menos relativa, si hay que hacer una comparación entre
los que se supone ostentan el rol de primeros espadas y quienes conforman el
resto del elenco de la telenovela. Aunque por supuesto todos y todas son
importantes, pero es evidente que existen diferencias en cuanto a visibilidad
se refiere.
Además,
aunque en diferente medida, los dos no gozan precisamente de mucho predicamento
en cuanto a los seguidores se refiere, no porque no sean dos grandes actores,
sino porque sus papeles entrarían más dentro de la categoría de los de relleno.
Y muchas veces, especialmente Onésimo (el personaje), es incluso cargante. Pero
creo que todos y todas hemos ido viendo que no hay que ser protagonista para
tener protagonismo.
Más cuando, a
pesar de todo, sus escenas vienen a ser un respiro en medio de capítulos que
van desde lo insustancial o lo devastador, sin casi término medio.
Lo cierto es
que, de entrada, con ninguno de los dos se presagiaba nada especial, ni
siquiera que fueran a tener una continuidad en la telenovela. Pero después se
ha demostrado que la elección fue correcta, aunque también haya costado un
tiempo y bastantes tragaderas. Y ahora, aunque cueste admitirlo, considero que incluso
ya están haciendo sombra a los otros dos personajes que se supone venían a complementar:
Hipólito y D. Anselmo.
Porque creo que
son dos personajes con una interesante personalidad.
A simple
vista se podría calificar a Onésimo de cargante (como he dicho anteriormente)
por sus ideas descabelladas, en línea de casi todo lo que sucede en el colmado,
pero considero que subyace en el personaje algo más rico a destacar. Desconocemos
los medios que tenía su familia (aunque me parece recordar que, por ejemplo, alguna
vez comentó que había hecho clases de esgrima para ganarse la vida), pero lo
que sí ha quedado patente es que es una persona con una enorme sed de
conocimientos, que le ha llevado a saber un poco de todo (ha demostrado que
sabe idiomas, que conoce otras culturas,…), algo que lo que pocos en PV pueden
alardear. Por cierto, creo que Hipólito tampoco es tan tonto como a veces
pretenden hacernos creer, lo que pasa es que a la sombra de su madre no ha
crecido, y sigue siendo un niño grande con una cierta cultura. Tampoco se tendría
mucho que objetar a la labor de Onésimo como alcalde, cargo que lleva
medianamente bien en la medida que se lo permite el hecho de no poder tomar
decisiones importantes sin antes consultar a los terratenientes y ser servil
hasta extremos repelentes. Pero nada que no fuera realidad en aquellos tiempos.
Si claro, también tiene defectos: no es muy trabajador, es bastante aprovechado,
no se destaca por su arrojo, y a veces se cree más de lo que es. Pero admito
que a medida que ha ido pasando el tiempo ha mejorado mucho mi apreciación
sobre él, e incluso me parece divertido a veces. Aunque es muy posible que
buena parte de “culpa” de ello la tenga Jose Gabriel Campos, el magnífico actor
que defiende un papel que a veces puede no ser muy agradecido.
Y qué decir
de Don Berengario. Reconozco que la primera impresión sobre este personaje no fue
muy buena. Pero sin perder su esencia de religioso conservador, e incluso
intransigente a veces, hemos ido conociendo a una persona que ha ido adaptándose
a la vida del pueblo, aprendiendo a aceptar que las cosas a veces pueden ser de
otra manera, sin salirse de la moral y buenas costumbres. Y también hemos visto
al hombre capaz de dejar asomar su naturaleza, el que se deja llevar por sus
pasiones más mundanas y que le permiten disfrutar también de la vida real, la
de la calle. Le hemos visto ejercer su ministerio con dedicación y eficacia,
sin desfallecer, ni dejarse avasallar, aunque a veces también haya mostrado su
cara servil con especialmente Francisca. (Pero, aunque no sirva de justificación,
no hay que olvidar que en aquellos tiempos los poderes eclesiástico y de los
terratenientes constituían una fuerza de presión sobre el pueblo llano, y que
por lo tanto sus lazos eran estrechos)
Sin embargo considero
que uno de los mejores rasgos de este personaje es que su seriedad y su
rotundidad en algunos momentos, suele acabar en escenas divertidas, en las que
un enfado o una regañina pueden ser motivo de jocosidad, no por el hecho en sí,
si no por las maneras. Porque no es que se trate de un personaje divertido,
sino que hace divertidas escenas que a priori no tienen nada de ello. Aunque,
como en el caso anterior, creo que tiene mucho que ver el estupendo actor que
defiende a este personaje, Miguel Uribe. De hecho creo que D. Berengario no
podía ser otro que él.