A propósito
de los reproches de Lucia a Nicolás, sobre llevar a Juanita al cementerio.
Hablemos de
culturas, de la muerte y de llevar los niños al cementerio.
Es cierto que
normalmente se evita llevar a los niños a estos lugares, a menos que sean lo
suficientemente mayores para entender donde se encuentran. Pero considero que
esto es solo para evitarles escenas dolorosas, no para alejarlos de una
realidad. Y, por supuesto, estoy a favor de proteger a los niños en la medida
de lo posible, porque además parece comprobado que, especialmente a temprana
edad, pueden absorber fácilmente todo lo que sucede a su alrededor.
Sin embargo el
concepto que se tiene sobre algo tan inevitable como el fin de una vida, creo
que está bastante mitificado en algunas culturas,…. aunque algo está cambiando.
Y tampoco es el mismo en todos los lugares, ni el hecho de la muerte se lleva
de la misma manera, ni los lugares de enterramiento son siempre macabros. A modo
de ejemplo: recuerdo haber visto en Suiza un cementerio sin muros, donde la
gente podía pasear en medio de los mausoleos llenos de parterres con flores, o
en Egipto donde he visto gente viviendo (curiosa situación) entre las tumbas
del mayor cementerio de la ciudad. O en Méjico, donde en días señalados la
gente se concentra en los cementerios para celebrar a los muertos con cantos y
comidas. Incluso en nuestro propio país, por ejemplo en Barcelona que es donde
me pilla más cerca, se hacen visitas guiadas a algunos cementerios importantes,
donde hay auténticas obras de arte en forma de estatuas o monumentos funerarios.
Pero vuelvo
al principio y sobre la conveniencia de llevar o no a Juanita a visitar la
tumba de su madre. Considero que no se trata solo del lugar (por cierto, el
cementerio de PV es un camposanto en el sentido estricto del término, lo que lo
hace menos sombrío que un lugar cerrado, lleno de nichos) sino de la actitud de
quien o quienes rodean al pequeño o pequeña. Porque no veo a Nicolás tan
desesperado como para lanzarse a llorar encima de la tumba de su esposa cada
vez que la visita. Más bien pienso que quizás hable con ella, le lleve flores y
adopte una actitud de aceptación de algo inevitable. De esta manera no veo
porque no puede llevarse consigo a su hija, que por cierto ahora es su razón de
vivir.
Aunque en
este caso hay otro tema de fondo. La voluntad del padre o madre y su
responsabilidad sobre la educación de sus hijos, en la que nadie puede, ni debe,
entrometerse (a menos que se produzca una situación de indefensión del menor).
Y Lucía, alguien que tiene en un altar a la diosa de la muerte, que sigue ritos
oscuros, no creo que sea precisamente la más indicada para dar lecciones, ni
para otorgarse la potestad de decir a nadie lo que tiene que hacer, ni cómo
debe hacerlo. Menos si es un casi desconocido para ella.
Cierto que al
final todo esto parece que lo van a presentar como una manera de hacer que
Nicolás encare el futuro de otra manera, y deje que el pasado vaya quedando
atrás. Pero para mí, la visión ahora mismo de él no es la de alguien que se refugia
en su dolor y sin mirar hacia adelante. Más bien es la de alguien que sigue con
su vida, centrada ahora en su pequeña y en su familia. Pero también con
momentos para su trabajo y sus amigos. Así que no veo muy bien a qué viene todo
esto ¿O es que es una manera de decir que no hay otra opción que buscarle una
pareja para que su vida sea presuntamente mejor?
Y sigo en mis
trece. Por supuesto nadie tiene derecho a escoger por otros. Pero no me gusta
Lucía para él, aunque mucho me temo que en los próximos días veremos cómo le
seduce y le convierte en un juguete en sus manos. Y lo voy a lamentar, por dos
razones: porque no quiero ver a Nicolás volver a sufrir, y porque pone en mal
lugar al género masculino (y de rebote también al femenino, aunque por motivos
diferentes)
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