27 de marzo de 2017

Nicolás y su manera de educar a Juanita

A propósito de los reproches de Lucia a Nicolás, sobre llevar a Juanita al cementerio.
Hablemos de culturas, de la muerte y de llevar los niños al cementerio.
Es cierto que normalmente se evita llevar a los niños a estos lugares, a menos que sean lo suficientemente mayores para entender donde se encuentran. Pero considero que esto es solo para evitarles escenas dolorosas, no para alejarlos de una realidad. Y, por supuesto, estoy a favor de proteger a los niños en la medida de lo posible, porque además parece comprobado que, especialmente a temprana edad, pueden absorber fácilmente todo lo que sucede a su alrededor.
Sin embargo el concepto que se tiene sobre algo tan inevitable como el fin de una vida, creo que está bastante mitificado en algunas culturas,…. aunque algo está cambiando. Y tampoco es el mismo en todos los lugares, ni el hecho de la muerte se lleva de la misma manera, ni los lugares de enterramiento son siempre macabros. A modo de ejemplo: recuerdo haber visto en Suiza un cementerio sin muros, donde la gente podía pasear en medio de los mausoleos llenos de parterres con flores, o en Egipto donde he visto gente viviendo (curiosa situación) entre las tumbas del mayor cementerio de la ciudad. O en Méjico, donde en días señalados la gente se concentra en los cementerios para celebrar a los muertos con cantos y comidas. Incluso en nuestro propio país, por ejemplo en Barcelona que es donde me pilla más cerca, se hacen visitas guiadas a algunos cementerios importantes, donde hay auténticas obras de arte en forma de estatuas o monumentos funerarios.
Pero vuelvo al principio y sobre la conveniencia de llevar o no a Juanita a visitar la tumba de su madre. Considero que no se trata solo del lugar (por cierto, el cementerio de PV es un camposanto en el sentido estricto del término, lo que lo hace menos sombrío que un lugar cerrado, lleno de nichos) sino de la actitud de quien o quienes rodean al pequeño o pequeña. Porque no veo a Nicolás tan desesperado como para lanzarse a llorar encima de la tumba de su esposa cada vez que la visita. Más bien pienso que quizás hable con ella, le lleve flores y adopte una actitud de aceptación de algo inevitable. De esta manera no veo porque no puede llevarse consigo a su hija, que por cierto ahora es su razón de vivir.
Aunque en este caso hay otro tema de fondo. La voluntad del padre o madre y su responsabilidad sobre la educación de sus hijos, en la que nadie puede, ni debe, entrometerse (a menos que se produzca una situación de indefensión del menor). Y Lucía, alguien que tiene en un altar a la diosa de la muerte, que sigue ritos oscuros, no creo que sea precisamente la más indicada para dar lecciones, ni para otorgarse la potestad de decir a nadie lo que tiene que hacer, ni cómo debe hacerlo. Menos si es un casi desconocido para ella.
Cierto que al final todo esto parece que lo van a presentar como una manera de hacer que Nicolás encare el futuro de otra manera, y deje que el pasado vaya quedando atrás. Pero para mí, la visión ahora mismo de él no es la de alguien que se refugia en su dolor y sin mirar hacia adelante. Más bien es la de alguien que sigue con su vida, centrada ahora en su pequeña y en su familia. Pero también con momentos para su trabajo y sus amigos. Así que no veo muy bien a qué viene todo esto ¿O es que es una manera de decir que no hay otra opción que buscarle una pareja para que su vida sea presuntamente mejor?
Y sigo en mis trece. Por supuesto nadie tiene derecho a escoger por otros. Pero no me gusta Lucía para él, aunque mucho me temo que en los próximos días veremos cómo le seduce y le convierte en un juguete en sus manos. Y lo voy a lamentar, por dos razones: porque no quiero ver a Nicolás volver a sufrir, y porque pone en mal lugar al género masculino (y de rebote también al femenino, aunque por motivos diferentes)

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