21 de marzo de 2017

Dos mujeres, dos culturas

No es que mi intención sea la de hacer un alegato, pero también es cierto que el sentido que pretendo dar a este comentario hace que en el fondo si lo sea.
Por supuesto entiendo que los tópicos son un recurso fácil para las tramas de una telenovela, y también puedo entender (ya puesta en la vida real) que los pueblos y los países tengan diferentes idiosincrasias, diferentes maneras de entender la vida. Incluso puedo aceptar que a veces me dejo llevar por ciertos prejuicios, precisamente a causa de no entender suficientemente otras culturas.
Pero no creo que se trate de renunciar a las propias ideas, sino verlas desde todos los ángulos y aceptar la diferencia. Porque no se trata de cambiar de forma de pensar, si no de admitir la existencia de otras que merecen todo el respeto.
De todas maneras, y volviendo al cariz que pretendo dar a este comentario, he caído en la cuenta de que ahora mismo podemos encontrar representados en dos mujeres muy distintas, provenientes precisamente de mundos muy diferenciados, dos conceptos de entender un tema complejo como es el feminismo. Me refiero a Adela y Lucía, aunque ha habido y hay otras mujeres en PV que podrían representar igualmente a la primera,… no tanto a la segunda.
Adela encarna a una mujer que, aún consciente de sus limitaciones en una época en la que éstas tenían unos roles muy marcados y en condiciones de inferioridad con los hombres, lucha contra la diferencia y por la igualdad. Y lo hace a través de una de las mejores armas, la cultura. Pero también con la convicción, los principios, la fuerza y el empuje de una gran mujer que no se deja avasallar ni por la adversidad, ni por las dificultades, ni siquiera por una sociedad profundamente patriarcal de la que las mismas mujeres a veces son herramientas propagandísticas. Una mujer, en definitiva,que no teme proclamar en voz alta que no existen géneros, si no personas.
Lucia en cambio la considero la antítesis. Cierto que también lucha por su lugar en la vida, pero su idea para conseguirlo se me antoja diametralmente opuesta, cuando su principal arma parece ser la utilización de recursos como la seducción, la apariencia física y la exaltación del feminismo. Y no me basta con que se justifique con la diferente idiosincrasia de su cultura, y de que la misma no censure la fogosidad y el acercamiento sin tabúes.
Porque aun llegando a aceptar esta manera de entender las cosas, aunque no asumiéndola, he de decir también que considero que es una manera de actuar en cierto modo peligrosa, pues puede alimentar una visión tergiversada de lo que son las mujeres como personas, y convertirlas en simples objetos de placer (visual o físico).
Por supuesto no olvido el papel del hombre ante esto. Como tampoco me olvido de que también ellos pueden utilizar como género estas mismas armas, algo que en este caso igualmente tiene para mí la consideración de recurso insustancial, pues las verdaderas personas se encuentran en el aspecto interior, no en el externo.
Así que lo admito. A pesar de lo bueno que ha hecho por Beatriz al sacarla de su ensimismamiento, no me gusta como Lucia encara la situación con ésta, ni ver cómo le levanta el ánimo a base de trasladar las culpas a otros, ni como ha conseguido que la chica se haya crecido con algo tan superficial como un nuevo aspecto físico y la capacidad de atracción que ahora despierta. Dicen que “el hábito no hace al monje” y una nueva apariencia no puede cambiar de la noche a la mañana lo que es la manera de ser de una persona, sus sentimientos, sus pensamientos…. En realidad lo único que han conseguido es hacer más visibles las diferencias sociales, poniendo además como contrapunto en el otro lado de la balanza a Marcela, una chica humilde que no puede competir en estos aspectos. Y que, por descontado, merece toda la consideración y todo lo mejor que la vida pueda darle.
Por cierto, y volviendo a Adela, espero que los guionistas se den cuenta de que han creado a un personaje que puede dar mucho juego, además de tener entre manos a una magnífica actriz, Ruth Llopis, a la que considero el perfecto contrapunto a Raúl Peña, otro grandísimo actor. 

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