Pienso que quitar
la vida a alguien, ya sea involuntariamente o por accidente (y más a un ser
querido) ha de conllevar un dolor insoportable para una persona corriente,
además de mucho tiempo, ya no solo de intentar asimilarlo, sino de perdonarse a
uno/a mismo (si es que ello es posible).
También es
verdad que cada persona es diferente y puede llevar esta situación a su manera.
Y por descontado nadie tiene el derecho a reprochar que sea de uno u otro modo,
porque entra dentro de la libertad personal que sea así.
Dicho esto, y
ya en el terreno de la ficción, voy a saltarme esta premisa de respeto, y
tomarme la licencia de opinar sobre un personaje concreto y su deriva emocional
poco creíble.
Entiendo que,
en aras de seguir dando visibilidad a Francisca, se ha optado por aparcar su
supuesto sufrimiento para permitir que vuelva a lo suyo, que es manipular,
conspirar y hacer la vida imposible a cualquier persona que tenga la mala
suerte de cruzarse en su camino. Que, por cierto y afortunadamente, cada vez
son menos, porque todo el mundo está avisado de las consecuencias de ello,
incluidos los recién llegados. Aunque también es verdad que su (mala) fama también
ha traspasado los límites de sus “dominios”.
Pero sorprende
que la misma Francisca que sufrió una catatonia por la muerte de su hijo
Tristán (aunque siempre he pensado que era por los remordimientos, no por el
dolor), cuando ha muerto Bosco, el nieto del que se llenaba la boca de querer
más que a nada en el mundo, lo haya superado tan fácilmente. Más cuando es la (doble)
responsable de esta pérdida. Lo que da lugar a pensar que en lugar de corazón
tiene una especie de órgano compartimentado, con estancias estancas, que puede
cerrar y abrir a voluntad.
Nada en su
actitud actual hace pensar que el recuerdo de Bosco la atormente de alguna
manera, aunque su más que empujón para sacarse a su tía de encima podría estar motivado
por una especie de depresión que la hace desear estar sola para fustigarse
(cosa que no hemos visto aún que haya sucedido). Pero tampoco es que sea una
justificación muy convincente, y alejar a Eulalia más bien puede tratarse del
deseo de librarse de testigos incómodos. Porque no ha tardado ni un día en volver
a las andadas, y no ha variado ni un ápice sus malos propósitos, ahora ampliando
el abanico a los Mella.
Insisto, me
fastidia tanto retorcimiento, maldad y ruindad, que no deja títere con cabeza. Alguien
que anda todo el día fabulando como puede hacerla más gorda, no tiene cabida en
ninguna sociedad, ni real, ni ficticia.
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