No hace mucho
una persona muy cercana, y conocedora del país, me hablaba de como la sociedad
en Dinamarca da mucha importancia a la privacidad, y que es difícil que alguien
se meta en intimidades de otras personas. Por cierto, se trata de (otro) joven talento con una alta cualificación, que desgraciadamente ha tenido que
emigrar ante la falta de oportunidades en nuestro país.
Pero no es
este el tema que me ocupa.
Es evidente
que nuestra sociedad está a años luz de la danesa. Solo hay que ver la temática
de los programas de máxima audiencia para darse cuenta que es precisamente el
cotilleo lo que llama la atención. Pero no voy a ponerme estupenda por ello,
porque cada cual es libre de elegir sus preferencias, aunque no entiendo, ni comparto
en absoluto, esta manera de hacer las cosas, que no aporta cultura y si
borreguismo (espero que nadie se ofenda por esta palabra). Y sí, soy consciente
de que puedo estar contradiciéndome, pero en mi descargo añadir que solo se
trata de una opinión sin prejuzgar a nadie.
Y si la
televisión se aprovecha de ello, no menos sucede en un pueblo pequeño donde es difícil
dar un paso sin que alguien lo sepa. Sin embargo lo peor no es esto, si no que
encima haya quien se considere con derecho a opinar sobre vidas ajenas, cuando
muchas veces se hace patente aquello de “ver la paja en el ojo ajeno y no la
viga en el propio”. Esto sería el cotilleo, que muchas veces traspasa la línea
de una simple opinión y puede convertirse, amplificado por el desconocimiento
de la realidad y las diferentes versiones añadidas, en algo dañino para la
víctima de las habladurías. Rompiendo el principio de nadie es “culpable hasta
que se demuestre lo contario”, e instalando la necesidad de la víctima de tener
que explicarse y además probar su inocencia. O esperar que salga otra
habladuría que desvíe la atención.
Esto es lo
que ahora le sucede a Candela.
No importa su
trayectoria, ni la certeza de que es una persona sin doblez, generosa y
altruista, que no duda en ayudar en la medida de sus posibilidades a quien sea.
Que no suele ser alguien que juzgue a la ligera, ni que se involucre en
cotilleos. Ni parece importar que se sepa que en el pasado fue víctima de malos
tratos, y que ha sabido superarlo a fuerza de voluntad y de echarle arrestos. Ahora
buena parte del pueblo parece que solo la ve como a una persona egoísta, que es
incapaz de olvidar y mucho menos perdonar a alguien que le ha hecho mucho daño
en el pasado. Pero que aparentemente ha vuelto a ella para implorarle su
perdón.
Evidentemente
todo el mundo tiene la posibilidad de cambiar, de arrepentirse de sus acciones
e intentar enmendarlas, pero puedo entender a Candela. Venancia muchas veces utilizó
en el pasado argucias semejantes a las del cuento del lobo y las ovejas, como
para fiarse ahora de que no es lo mismo. Aparte de que le negó el socorro cuando
acudió a pedirle ayuda, lo que la convierte a priori en una mala persona. Que
el maltratador sea alguien de tu sangre, no tendría que impedir que se haga lo
correcto.
Y puedo
entender que a Candela le sea difícil pasar página con esta mujer, y que no
sienta lástima por ella. Lo ha dicho: “se cosecha lo que se siembra” y aunque
es algo muy categórico, no deja de tener
su sentido si me atengo a los hechos que la misma Candela ha puesto sobre la
mesa. Sin embargo, aunque empujada por Severo, tampoco la va a dejar en la
estacada.
¿Que Venancia
ahora es sincera? Puede, aunque teniendo en cuenta como las gastan en esta
serie, lo dudo. Sin embargo tampoco puedo imaginarme que retorcidos motivos se podrían
esperar de esta visita a su exnuera ¿Volver a hacerle la vida imposible, en
base a algo del pasado? ¿No fue suficiente con lo que ya le hizo?
Por cierto, lo
único bueno (si es que se puede llamar así) en toda esta historia, es que están
devolviendo la visibilidad a estos personajes, en mi opinión injustamente relegados a un
segundo plano durante muchos meses. Unos actores de primera fila que merecen
mucho más que las tramas de relleno que les han reservado durante tanto tiempo.
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