Decían Berger y
Luckman, dos grandes sociólogos del siglo XX, que la convivencia exige unas
mínimas dosis de hipocresía. Que los que pasan mucho tiempo juntos han de
evitar decirse todo lo que piensan.
Evidentemente es
una opinión con la que no todo el mundo estará de acuerdo, porque también
existe la idea de que sin confianza plena una relación se puede tambalear,….pues
siempre existe la posibilidad de que tarde o temprano lo que se oculta salga a
la luz.
Sin embargo la
máxima que rige las relaciones en la telenovela, a pesar de que no todas las
parejas son iguales y tampoco el grado de confianza es el mismo, es la de mantener
al otro en la inopia hasta que no hay más remedio que compartirlo.
O quizás no
hacerlo nunca.
De hecho el
ejemplo más flagrante es el de Francisca y Raimundo, una pareja en la que la
confianza es de cero-coma-cero y la hipocresía es de once en una escala de diez
(no, no es ningún error). Al menos por parte de ella, aunque él no se queda
manco. Por supuesto las razones de Raimundo son muy diferentes, porque su
silencio implica las más de las veces la tranquilidad para otros u otras. Sin
embargo lo de Francisca es diametralmente lo contrario: cada silencio o mentira
acaba suponiendo una nueva fechoría en la que interviene directa o
indirectamente.
De hecho esta
ambigüedad de Raimundo, que dice conocer bien a Francisca y que hace que por
ello la mantenga al margen de algunas cosas, que a veces incluso no duda en
ponerla a los pies de los caballos si se trata de prevenir sobre las
consecuencias de un enfrentamiento con ella, pero que al mismo tiempo es capaz
de mirar a otro lado cuando esto se materializa, considero que es precisamente
consecuencia de la hipocresía en la que se mueve esta pareja. Algo que
difícilmente cuadra con la imagen del hombre justo, cabal y amante de la
justicia que tod@s pensábamos que conocíamos, y que ahora parece abducido por
el ambiente de una casa que acaba irremediablemente con todos los personajes
que pasan por ella,… con pocas excepciones.
Un inciso.
En estos
momentos se cuestiona que Adela tenga una relación con un hombre que asesinó a
su esposo. Por supuesto a mí también me cuesta imaginar una situación parecida
y la posibilidad de perdonar algo así. Pero lo sorprendente es que no se hable
demasiado de que esto sucede también con Raimundo y Francisca, con el agravante
de que no sólo Francisca dejó morir a la esposa de éste (por lo que se puede
hablar de asesinato por omisión), sino que encima ha intentado acabar con él a
base de bebida “cristalizada”. ¿Acaso no es esto peor e imperdonable? ¿Hemos de
pasar un tupido velo sobre todo esto, solo porqué es Francisca y no se le puede
rebuznar?
Ahora, abundando
en lo que ya escribe Mercè en su blog https://margonz05.blogspot.com.es/, parece que han decidido que la doña vuelva
a ser la salsa de todo, que todo ha de girar en torno a ella y que nadie puede
hacerle sombra. La etapa de los Manantiales, con todos sus errores y aciertos (que
principalmente atribuyo a unas tramas no muy acertadas), fue un impasse al
estar desligada totalmente de Francisca,….. pero es evidente que la
interpretación que se ha hecho de este digámoslo fiasco, ha llevado otra vez al
punto de partida.
Así que volvemos
a las andadas. Sin embargo creo que se están equivocando, porque (casi) nadie
es capaz de aguantar siete años de lo mismo, incluyendo el que se repitan situaciones
ya vividas anteriormente (aunque sean convenientemente maquilladas, pero
totalmente previsibles y fácilmente reconocibles).
Han conseguido
cansarme con todo esto, con este mangoneo de personas mediante el chantaje
emocional o manipulando hábilmente la parte más oscura de ést@s, con un
continuo goteo de personajes bipolares que llegan con propósitos malvados, con una
espiral de venganzas que nunca se acaba, con escaramuzas continuas que desgraciadamente,
por obra y gracia de los guionistas por supuesto, siempre acaban con un mismo ganador:
la omnipotente e incombustible Francisca Montenegro.
Y esto es algo
que puede acabar con el estómago de una, cansada de tragar una y otra vez con lo
mismo.
Por supuesto
ahora viene aquello de que “no lo veas si no te gusta lo que ves”. Bueno, nadie
puede decidir por otros lo que ha de ver o no, pero considero que si se puede
opinar, aunque sea para resaltar más los aspectos que considera negativos que
otra cosa. En realidad pienso que es mucho más productivo esto que dorar la
píldora, que al final puede llevar a la creencia de que se está haciendo bien,
cuando nada más lejos de la realidad,…… o al menos de lo que creo que piensa la
mayor parte de los que opinan en las redes sociales y de la audiencia que, a la
vista de los datos de los últimos meses, ha dejado de responder con la misma
solvencia que antaño.