29 de agosto de 2014

Nueva vida, nuevos amigos

“Si te han hecho daño, nunca cierres una puerta... porque cerrar una puerta puede salvarte del dolor, pero también te mantiene preso”.
Esta cita no es mía, sinó que es la reinterpretación de una frase de Rabindranath Tagore hecha por alguien muy cercano y que sabe muy bien de lo que habla. Y creo que es más o menos la misma actitud que ha adoptado Conrado. Se ha encerrado en su mundo, sin dejar que nadie entre y dejando que sus sentimientos le venzan.
Pero en realidad creo que no es exactamente dolor lo que le embarga, sinó una amalgama de ello con añoranza, temor a la distancia, no saber superar el tiempo de espera, perder a la mujer que ahora era su motor y el centro de su existencia…. Aunque Aurora no le haya dejado, ni roto con él, sólo se ha alejado físicamente y por un tiempo, aunque también es cierto que esto para una persona joven quizás tenga un matiz muy diferente que para alguien que ya está en plena madurez. Eso sin contar el tema de no poder verse y además estar comunicados sólo ocasionalmente. Porque lo que en la actualidad no es ningún problema debido a los avances tecnológicos, que te permiten ver y hablar con alguien del otro lado del mundo al instante, entonces era mucho más complicado, y ello a pesar de existir además del correo y el telégrafo, también el teléfono. De hecho quizás ya sea hora de que se planteen instalar uno de estos aparatos en el Jaral.
Por lo que respecta a Aurora, creo que lo lleva de manera muy diferente. Es evidente que también siente el dolor de alejarse de Conrado y de los suyos, pero hay algo que le permite soportarlo: la ilusión de hacer algo para sí misma. Reconozco que, dejando aparte el hecho de que la relación con Conrado va a sufrir un brusco parón y que no se vean los vericuetos por los que puede discurrir a partir de ahora sus vidas y  los consiguientes inconvenientes que se plantean, me gusta esta trama que proponen para la chica, y el trasfondo que lleva aparejado. La lucha de una mujer para hacerse un lugar en un mundo de hombres, y además con agallas y dispuesta a no dejarse avasallar. Ni siquiera por un ratero. Y me gusta que precisamente sea la mano de alguien como su hermano, su padre o el mismo Conrado, un hombre de miras avanzadas, sin prejuicios de género ni clase social, quien la ayude a dar sus primeros pasos en este mundo hostil al que se enfrenta.
Me cae bien Lucas. No parece que vaya a suponer un problema futuro, sino más bien el apoyo que Aurora sin duda va a necesitar. Y no es que no la vea con suficientes arrestos para enfrentarse sola a una caterva de machistas con la idea preconcebida del rol de las mujeres en la sociedad, sinó que le vendrá bien un amigo con quien compartir sus cuitas y que presumiblemente la va a ayudar a no desfallecer (hasta que suceda algo que lo estropee. Algo que ya es demasiado habitual y que no permite creer en casi nadie hasta que se demuestre lo contrario). Afortunadamente parece que la dueña de la pensión, Hilaria, una buena persona según todos los indicios, va a velar también por ella.   

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